Jerusalén
Miles de personas marchan para pedir la libertad del soldado Shalit
El Gobierno israelí busca la fórmula para liberar a Shalit sin tener que poner en la calle, a cambio, a 450 terroristas.
Noam y Aviva Shalit cerraron a cal y canto su casa de Mitzpe Hila, al norte de Galilea. Sólo piensan en regresar con su hijo Gilad, secuestrado por Hamas hace cuatro años. Los Shalit emprendieron ayer una marcha a pie hacia Jerusalén arropados por unas 10.000 personas, según la Policía. Recorrerán 200 kilómetros a lo largo de doce días parando por varias localidades para recabar más apoyos.El apoyo que buscan son firmas, las suficientes como para ejercer presión ante el Gobierno, para que Netanyahu cierre un acuerdo con Hamas que les devuelva a su hijo con vida. Un controvertido asunto que pondría en la calle –según las pretensiones del grupo terrorista que controla Gaza– a 450 presos palestinos encarcelados en Israel, muchos de ellos por cometer atentados.Una vez que los Shalit alcancen Jerusalén acamparán a las puertas de la residencia oficial del primer ministro, Benjamin Netanyahu, donde permanecerán, según insisten, hasta que logren un compromiso de las autoridades para que los islamistas palestinos liberen al soldado. Netanyahu, que habló por teléfono con la familia y les dijo que los recibiría en Jerusalén, pidió ayer a la comunidad internacional que apoye al Estado de Israel en su demanda «clara y justa de conseguir la liberación del soldado secuestrado».
Negociaciones estancadasY aunque casi tres de cada cuatro israelíes estarían de acuerdo en que se cediera ante Hamas con tal de que el cautiverio del militar terminara, el Gobierno pretende no ceder ante la presión de los ciudadanos y forzar a Hamas a que acepte los términos propuestos en la última oferta, presentada hace 18 meses.Son básicamente dos los puntos que impidieron que prosperasen las negociaciones, que se llevan a cabo de forma indirecta. El primero es que Israel se niega a liberar a algunos «pesos pesados» de la red terrorista de Hamas y a los artífices de los atentados contra la población que se produjeron durante la última Intifada. El segundo es que Israel no quiere que los presos liberados vuelvan a Gaza y Cisjordania –por temor a que vuelvan a implicarse en actos terroristas–, sino que sean expulsados a otros países o permanezcan por el momento en prisión, aunque acortando sus condenas.
Escaso optimismo«No veo razones para ser optimista, a pesar del apoyo». Éste es el sentir de Noam Shalit, el padre del soldado retenido en la franja de Gaza. «Gilad ha esperado cuatro años y continúa haciéndolo. Esperando a los que le enviaron, a sus superiores del Ejército, a los primeros ministros –ha habido dos gobiernos durante el cautiverio–, a los ministros de defensa, pero ellos no escuchan», dijo el padre al inicio de la marcha. Aun así, Netanyahu reconoció ayer que «el Gobierno y los servicios de seguridad siguen haciendo continuos y variados esfuerzos –públicos y secretos– para devolver a Gilad a su casa».
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