Francia
Fariseos en política
No entendí tanto escándalo por la propuesta de Esperanza Aguirre de suspender las finales de Copa en caso de pitada. No sé si era una idea factible: en Francia ha funcionado, pero dentro del Calderón uno encuentra pocos franceses.
En cualquier caso, la opinión de la presidenta es tan válida como cualquier otra que venga fundamentada, independientemente de que luego cada cual, de una manera personal, piense o no que esa línea de acción pudiera ser adecuada. Lo absolutamente impresentable no son sus declaraciones, sino todos esos que han querido reprochárselas afirmando que mezclaba deporte con política.
Quien mezcla inadecuadamente de buen principio deporte con política es el deficiente mental que va a ver un acto deportivo y se pone a pitarle a un himno u otro por razones ideológicas.
Es conocida la manipulación de moda a que obedecen esas pitadas, basta mirar en internet. Por tanto, la política estaba ahí de buen principio y eso, a estas alturas, lo sabemos todos perfectamente. Que no disimule nadie. Reproches así demuestran que el nivel de hipocresía de nuestra política empieza a alcanzar grados de torpeza preocupante.
Cierto es que civilizarse consiste inevitablemente en aprender a usar algún grado de fingimiento para no ofender (cuando vemos venir un congénere monstruoso, abstenerse de señalarlo con el dedo gritando: «¡monstruo!»). Pero entre eso e hincharse como un buñuelo llamando «sentimientos» a los gestos demagógicos de política primaria de la masa, media un abismo.
Si alguien quiere actuar políticamente y, en lugar de trabajar desinteresadamente en alguna organización o institución, prefiere ir a pitarle al otro en un estadio a refugio de la masa, hay que reconocer que, políticamente, su actitud es la propia de un gusano excepcionalmente apocado. ¿Es acaso en ese nivel de invertebrados donde quieren moverse los políticos españoles?
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