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Habla corazón

La Razón
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¡Tantas novelas y películas llenas de pasiones y sentimientos de hombres y mujeres, tiernos, horripilantes, declarados, ocultos, y ninguno me toca el corazón, me suenan todos a huecos, y no digamos esas que venden por canciones que no hacen más que repetir los tópicos del amor, ni tampoco la poesía de poetas finos, que enhebran palabras cultas con vagas imágenes y embute en ello, para no caer en lo sentimental, algún filosofema! ¿Cómo iba eso a tocar el corazón de uno?, si el corazón es lo más hondo de uno, una pulpa o meollo palpitante, pero tan hondo que queda por debajo de los nombres y la historia, de los convenios sociales y las ideas de amor, muerte, vida, que uno se haya hecho, endureciendo la corteza de su máscara, y tan hondo que ya no es de uno ni le pertenece ni le obedece, ni sabe nada de los rollos que esas películas o poesías le cuentan, que no son más que asuntos personales, promesas, rechazos, traiciones, cosas de malcriados, con amores y vidas sometidos a las leyes y significados de su tropa, declaraciones de la fe que los posee, y que, cuando se traducen en puñetazos, en un besazo o en metros de follanda, no rompen esa fe, sino que la cumplen de la manera más devota.
 Y, sin embargo, corazón, tú podías hablar en cualquier idioma que te tocara: porque eres una cosa palpable, y latiendo por ondas ajenas a los hombres, y las cosas hablan, corazón, y a veces mienten, pero a veces no, sino que declaran la mentira de lo que sobre ellas se creía. Cierto que a ti te tienen preso bajo una capa espesa, un engrudo de ideas, que son la defensa que tu tribu y tu persona necesitan para sostenerse, y temen que, si algo rompe a través de eso y canta la mentira de su fe, el orden social y económico y cósmico amenace con derrumbarse. Pero tú puedes irrumpir de lo más hondo, a través de esa masa de historias que confunden la desgracia y la alegría comunes de la gente con las aventuras de Fulano y de Mengana a través de las más duras o pegajosas ideas y saberes, tú, que no sabes nada de eso, tú puedes; y entonces, habla, corazón, y que tiemble el mundo.