Caso Marta del Castillo
Un ser que perturba sus sueños por Francisco Pérez Abellán
Pedro Antonio Seco Martínez, el asesino de Villarrobledo, condenado a 90 años de prisión, ha sido puesto en libertad hace unos días, al cumplir 17 años de cárcel. Puede volver al escenario de sus hazañas.
Se envió la propuesta de licenciamiento a la Audiencia Provincial y se preguntaba si se estimaba aplicarle la Doctrina Parot. En este caso no habría extinguido toda la condena sino la primera de las tres, porque recordemos que Pedro Antonio Seco mató a tres hombres con un tiempo de paréntesis entre cada uno, lo que le permitió preparar la liquidación del siguiente.
Pedro José Moreno Villar del Saz, marmolista, de 33 años; José Ballesteros Ordóñez, albañil de 23; y Juan Segundo López Rebolloso, taxista de 42, tuvieron la desgracia de cruzarse en su camino. Sucedió entre los años 1991 y 1993. Los agentes apostaban a uno de estos dos supuestos: o se trataba de un asesino sexual o de un perturbado. Dado que los peritos lo dieron por imputable y fue condenado a la pena máxima, se supone que lo declararon asesino sexual. Le cayeron 90 años en 1997, pero la redención de penas del antiguo Código Penal le dejaron el cumplimiento en menos de seis años por cada asesinato.
Los crímenes los cometía con cierta técnica bestial: golpeaba a sus víctimas, las desnudaba y las estrangulaba. El marmolista Pedro José Moreno fue encontrado en junio de 1991 con el cráneo aplastado, el albañil José Ballesteros fue hallado en diciembre con puñaladas por todo el cuerpo y la cabeza aplastada. En 1993, en septiembre, sumó otro crimen después de subirse a un taxi y ordenar al taxista, Juan Segundo López, que parase el coche. El cadáver del taxista apareció en un descampado de Villarrobledo. Dos días más tarde fue detenido por la Guardia Civil y confesó.
En realidad habían sido asesinadas cinco personas y no tres en Villarrobledo, Albacete. Los vecinos incluso editaron un folleto: «¿Quién mata y por qué?». Los dos primeros homicidios siguen sin resolverse. El hallazgo de un único autor para los otros tres crímenes precisó de paciencia y astucia. La primera pista es que los tres aparecían casi desnudos y víctimas de una violencia extrema con la cara rota a pedradas.
A José Moreno no sólo le había machacado con una piedra, sino también le había arrasado la espalda, la cara y los ojos a latigazos. En el pueblo creyeron que podía tratarse de una secta. En especial le daban vueltas al detalle de que los cuerpos fueran encontrados con la pierna izquierda por encima de la derecha. Se les preguntó a las gentes del pueblo, quiénes podían estar tan locos como para cometer el atroz descuartizamiento. Les dijeron que Paco El Pastor, Pedro Seco y El Sebas.
Lo primero fue constatar que el asesino calzaba un 44. Luego que en el crimen del taxista hubo quien tomó un taxi para volver al pueblo y por medio estaba Pedro Antonio Seco, al que preguntaron sin alarmar: «¿Qué hiciste con el taxista?». «Lo matamos pero no fue para robarle». El taxista no era mala persona, no se merecía ese fin. El último crimen del trío lo cometió en compañía de un amigo. Muy pronto, una vez descubierto, Pedro Antonio Seco acabaría fugándose al inyectarle sangre al custodio. Los agentes encontraron la prueba definitiva en un armario: el reloj del taxista. De inmediato preguntaron al presunto asesino por la postura de los cadáveres desnudos, casi crucificados, con las piernas en cruz. La respuesta era sencilla: el cadáver estaba boca abajo y le habían dado la vuelta.
Trastornos de personalidad
Pedro fue declarado en la mili exento total por trastornos de personalidad. En el pueblo siguió como si tal cosa, sin recibir tratamiento médico. Para los psiquiatras, Pedro Antonio Seco es un psicópata desalmado y peligroso capaz de reincidir. Padece impulsos agresivos y violentos y posee una actitud de suma frialdad, con falta de apego a la verdad.
En la prisión, los psicólogos descubrieron que culpa a la sociedad de todo lo que le ocurre: en una ocasión pinchó las ruedas de todos los coches de la calle para vengar la muerte de su abuelo. Para los doctores que le trataron, el diagnóstico es claro y está en su expediente: «Se trata de un asesino en serie difícilmente recuperable. No premedita sus crímenes, actúa de forma impulsiva. Es astuto y oculta pruebas». Él mismo lo contó durante su juicio: «Para mí, matar es un vicio que me cuesta controlar». Así las cosas, ¿por qué no se le aplica la Doctrina Parot? ¿Hay algo que explique esta confianza en que no volverá a las andadas? En su pueblo, los vecinos han recibido la puesta en libertad con mal humor.
✕
Accede a tu cuenta para comentar