Sevilla

Rafaelillo titán del toreo

Sevilla. Última de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Miura, el 3º, sobrero del mismo hierro, complicados y de mal juego en conjunto. Dos tercios de entrada. José Luis Moreno, de carmesí y oro, estocada, aviso, once descabellos (silencio); pinchazo, estocada (silencio). Rafaelillo, de tabaco y oro, pinchazo, aviso, estocada (vuelta al ruedo); estocada, ocho descabellos, aviso (silencio). Israel Téllez, de grana y oro, dos pinchazos, casi entera, dos descabellos, aviso (silencio); dos pinchazos, estocada defectuosa, descabello, tres avisos (silencio). 

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Rafaelillo quiso, y quiso con mayúsculas, sin dejarse arrinconar por el miedo que viene inherente a esta divisa. Y lo demostró en el saludo de capa al segundo y cuando volvieron a quedarse a solas. El reto era de órdago. No era para tomarse confianza ninguna el Miura. La mitad del escalafón se lo hubiera quitado del medio de un soplido (buscando la espada, se entiende). Nada más alejado de la heroica realidad. Rafaelillo comenzó la faena doblándose por bajo con torería y hasta nos hizo concebir esperanzas. Después, no es que el toro se revolviera raudo, es que no llegaba ni a pasar en la muleta. Tragó lo indecible. Sin un aspaviento, sin una mirada de más, todas se las aguantó al toro. Derrotes, brusquedad y miedo, el que sentimos en los tendidos. Rafaelillo se empeñó tanto, tanto, que hasta logró engañar al bruto y hacerle tragar a él, aunque el desenlace siempre quedara en entredicho. Se tiró a matar con toda la verdad a cuestas y le enganchó por la axila. Milagro no herirle. Repitió, como si nada hubiera ocurrido, y arriba dejó la estocada. Un héroe, Rafael, un héroe de carne y hueso en los ruedos.
 

Mal nos lo hizo pasar el quinto nada más salir. Arrolló con el capote a Rafaelillo y le desgarró la taleguilla, y el alma, si se hubiera dejado. Qué barbaridad. Ya sabíamos todos que la tranquilidad no volvería a reinar en el ruedo, nunca más, ni cuando estuvo herido de muerte. El toro hizo cosas o de estar toreado, o de ser muy malo, lo que ustedes quieran, pero merodear por allí era un suplicio. Sabía el toro el camino directo. Lo lidió Rafael y cogió la espada. Me hacía cruces sólo de pensar en cómo meterle la mano al toro. Habilidoso y valiente, con el corazón, hundió el acero, pero no cayó, y en cada descabello se jugaba, él y la cuadrilla, un arreón de tragedia.
 

Los tres avisos sonaron para el mexicano Israel Téllez. El toro no había sido de lo peor, al menos pasaba el cuerpo del torero, tampoco se piensen virtudes, a cabezazos y sin clase ninguna. El mexicano estuvo firme, pero no midió. Se fue tan largo, que se pasó de faena y el toro se lo hizo pagar caro. Rajadísimo, le dio por trotar alrededor de las tablas hasta pegarse él solo tres vueltas al ruedo. Meterle la espada resultó una odisea. Una utopía. Una pesadilla que le desvelará en alguna noche de duermevela. Y sonaron los tres malditos avisos con un espanto de toro. Con el tercero, también orientado, había cumplido. Quizá con otro toro...
 

A José Luis Moreno se le destempló el descabello en el primero, y eso que llevaba el Miura una estocada en lo alto. Anduvo muy firme ante un toro que sabía de largo lo que dejaba atrás. El cuarto fue más claro y hasta pudo torear, que torear en estos casos son palabras mayores, en un quite a la verónica. La faena voluntariosa no pasó a mayores, no había lugar.
Conclusión, corrida mala de Miura, qué demonios.