Grupos
Salir del nido por Antonio PÉREZ HENARES
La naturaleza nos ofrece abundantes imágenes de progenitores amantísimos, sacrificados y hasta heroicos en el cuidado y la defensa de sus polluelos y cachorros. Los alimentan, los cuidan y los defienden aun a costa de poner en peligro sus vidas. Todo un ejemplo.
Pero llega el día D y la hora H. El polluelo ya es un jovenzuelo volandero que ha pasado muchos días adiestrándose junto a sus mayores y el cachorro ya es un mozalbete robusto y entrenado. Y ese día D y esa hora H, los papis águila le dicen a los aguiluchos y la mamá cheeta o la mamá leopardo a sus felinos hijos que se busquen la vida. Que ya se acabó el conejo gratis y el filete de gacela a mesa puesta. Y ¡vaya cómo se lo dicen! Porque los hasta el momento consentidos zagalones suelen pretender rondar por el territorio paterno y seguir con el pico abierto en la vieja y muy querida etapa de más me des que más me merezco. Lo que se encuentran es que les quitan los mocos de un aletazo o un zarpazo y les dejan muy clarito que se acabó el chollo.
No les digo yo que tengamos que aplicarnos a rajatabla en nuestra especie tal metodología educativa. No del todo por lo menos. Pero un algo no estaría nada mal y ahí queda para la reflexión en estos tiempos en los que los cachorros humanos no se van del nido ni con agua caliente y siguen en el cubil materno de mostrencos aunque tengan más años que la orilla del río. Cierto es que en el bosque animal y en la jungla humana esos tiempos de buscarse el territorio y la vida por su cuenta son los más duros y peligrosos. Desde luego, y que nuestra especie necesita de más aprendizaje que ninguna. Todo es muy razonable y cierto, pero no está de más detenerse a pensar en la raíces de nuestro comportamiento. Porque como vamos por aquí no parece tampoco que sea buen camino. Que con pitanza, cama y madriguera asegurada de por vida emprendedores, lo que se dice emprendedores, van a salir pocos y poco.
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