Estreno
«Carcajada salvaje»: Misantropía absurda
Autor: Christopher Durang. Versión y dirección: Josep Costa. Reparto: Charo López, Javier Gurruchaga. Teatro Bellas Artes. Madrid.
Entre el optimismo irredento de Capra y el hiperbólico cinismo de Houellebecq, parecía insospechable que alguien abarcara ambos en una obra –sin sonrojarse, se entiende– y viajara de la misantropía más extrema a la cándida canción de campamento donde todos podemos convivir alegremente. Lo hizo Christopher Durang en una obra de «teatro» absurda. «Carcajada salvaje», escrita en 1987, pretende, se supone, aleccionar (¿sobre la vida?), pero sus protagonistas aniquilan cualquier empatía.
Veamos: ella, sociópata y cercana a la esquizofrenia; él, depresivo y maniático hasta rozar el trastorno obsesivo compulsivo. Ella lidia en su monólogo con las cosas que detesta, lo que le sirve a este montaje para abordar topicazo tras topicazo. Él comparte con el público sus esfuerzos por ser más positivo y de paso pisa más lugares comunes: su argumentación teológica es de preescolar. Y ambos, irritantes. Como estudio psicológico, el texto es banal. Como comedia, le falta esqueleto dramatúrgico –es un oratorio muy simple–, salvo un juego de repeticiones final, cuando coinciden por fin ambos personajes en escena, pero está resuelto de forma vergonzosa y pobre.
Salvar este producto correspondería a sus protagonistas, rostros populares y con gancho. Es innegable que lo tienen: el público ríe ante la fuerza arrolladora de Charo López y Javier Gurruchaga, cada uno en su estilo, que los conecta con el patio de butacas en cada gesto cómico, cada exabrupto, cada movimiento de manos, de las que Gurruchaga abusa como si hubiera perdido unas castañuelas. Actuar es más que complacerse en la complicidad del público, aunque este despropósito no invite a la contención.
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