Ministerio de Justicia
Mi secretario
Cuando Antonio Camacho, fiscal de carrera, fue nombrado secretario de Estado de Seguridad hace casi siete años decidió retirarle la escolta al recién destituido Fiscal General del Estado, Jesús Cardenal. Camacho fue en tiempos de Cardenal portavoz de los fiscales críticos con la gestión del entonces jefe de los fiscales en los tiempos del Gobierno de Aznar. Gracias a una información periodística se conoció la decisión de mi Secretario, como le llama Rubalcaba, y hubo marcha atrás. Aquello, contado en público, sonaba a la revancha sorda de quien llega con ganas de pasar unas cuantas facturas pendientes. Poco se sabe de la gestión de este número dos de Interior durante toda la etapa del Gobierno Zapatero. Es lo propio del cargo. Dicen sus defensores que cumple con su papel al servicio de la seguridad del Estado tal y como corresponde, es decir, con discreción. Mi Secretario de Estado, como afirma irritado nuestro Vicepresidente primero, se ha convertido en el cortafuegos político del «caso Faisán». De Camacho para arriba están a salvo pero todavía no ha acabado el partido de la responsabilidad política. Cuando tengamos clara la verdad judicial será el momento de volver a mirar a aquellos despachos desde los que se mantuvieron conversaciones telefónicas irrelevantes a juicio de su señoría Ruz. Por mucho que se empeñen en sellar la tapa de la alcantarilla existen dudas razonables en la opinión pública sobre lo ocurrido en el episodio Faisán donde sobre todo se ha mareado a la perdiz. Como en otras ocasiones lo que la verdad esconde estará al alcance de jueces, periodistas y aquellas asociaciones de víctimas del terrorismo como Dignidad y Justicia que no se rinden frente a las dificultades. El Faisán huele a podrido. Sobre todo por el tiempo que ha pasado metido en un cajón del olvido. Ni Ruz era un campeador la semana pasada ni ahora es un chasco. Confiemos en la justicia aunque a veces pinche en el hueso y no en el magro.
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