Grecia
La clase política
Tras haber vivido varios años en diferentes países, nunca como en las piscifactorías políticas hallé tan alto coeficiente de merluzos y lamelibranquios. Al fin hemos caído en que nuestra tercera preocupación la alimenta la clase política, porque la primera, la situación económica, y la segunda, el desempleo, son resumibles. La desconfianza viene de los posos de la Historia. Shakespeare ya escribía que la política está por encima de la conciencia y Stevenson que es la única profesión para la que no se necesita preparación. Voltaire es más vitriólico cuando se pregunta ¿qué es la política sino el arte de mentir deliberadamente? Y Gumersindo de Azcárate abunda con Stevenson en que la profesión de político contrasta con las demás en que no la afecta la necesidad general a todas de tener estudios, trabajos ni preparación. Tournier se acerca a la escatología: «Los políticos practican la política como las mujeres públicas practican el amor. Por oficio».
Los vapores exultantes de la Transición han dado paso a esta resaca, donde los españoles se angustian tanto por el rumbo de este Gobierno como el derrotero de la oposición en un bipartidismo imperfecto lleno de recelos y suspensos generalizados. Falta avituallamiento mental y se encuentra menos cociente intelectual que en los programas de televisión. Churchill reconocía que la democracia era el menos malo de los sistemas, pero que desde la Grecia clásica no se había inventado nada mejor. Aquí «manca finezza» (Andreotti) y estamos ayunos de grandeza. Como en aquella película sobre el senador caza brujas de Joe Mc Carthy: buenos días y buena suerte.
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