China

Griñán II por Paco Reyero

La Razón
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Griñán vive en un adosado, es de buen conformar, volvió al bonobús después de ser ministro, tiene dedos de cardenal y va del gris claro al gris marengo. Durante las pasadas elecciones andaluzas, había consejeros que ponían el despertador, miraban las encuestas y se volvían a acostar. Su campaña fue como los tres entierros de Melquiades Estrada, pero en estos días se ha aparecido redivivo en el Parlamento, dispuesto a hablar de universos financieros y pandemias económicas. La política no es empeñarse en las pequeñas cosas, sino comprometerse con las grandes causas, siempre tan lejanas. Así basta con poner cara de esfuerzo porque el objetivo resulta, per se, inalcanzable. Yo creo que todos los mediocres, los haraganes y los mediopensionistas que nos dirigen llevarán una estampa de Lehman Brothers en la cartera, como se llevaba la de alguna dolorosa, porque entre la caída de la banca de inversión y el impulso de China, la vida es un destino inevitable. El represidente de la Junta hace discursos que son una ensaladilla mundial. Nada de eso importa mientras la aritmética parlamentaria lo ha devuelto al cargo, mitad domador de leones con IU mitad berberisco andaluz ante el dogal del déficit marianista. Causa pavor que en la conciencia socialista, este gobierno regional amarrado a los comunistas haya traído una decreto de absolución popular ante la brutal corrupción de los ERE, un voto de perdón y olvido ante el latrocinio, pelillos a la mar. El destino de José Antonio Griñán Martínez, mezcla de caprichos y maldiciones, le brinda la oportunidad de repartir el ajuar funerario andaluz. Es una victoria personal, sabiendo él mismo que no era el hombre para esta tormenta.