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Los pasajeros del Costa Concordia residentes en España demandarán a la naviera por negligencia
La unión hace la fuerza y ese es el lema que están poniendo en práctica al menos 60 de los damnificados de habla hispana del Costa Concordia, quienes han decidido iniciar los trámites para poner una demanda civil conjunta, sin descartar la vía penal, a la naviera y posiblemente también a las agencias de viajes por negligencia, labor que han encomendado al bufete de abogados Fuster Fabra & Ponte.
Cada uno ha vivido y vive su historia personal, pero todos ellos coinciden en denunciar la descoordinación, la desatención y la conducta negligente de la que han hecho gala tanto la tripulación del buque como Costa Cruceros durante y después del naufragio. La indignación de estos supervivientes es evidente y más por cuanto las únicas noticias que han recibido de la naviera desde que sucediera el accidente el pasado 13 de enero ha sido una carta a través de la cual se les ofrece 11.000 € de indemnización por pasajero en conceptos de todos los posibles daños causados a cambio de renunciar a todo tipo de reclamación. Pese a que los cerca de 60 pasajeros denunciantes no descartan una negociación con la compañía, siempre y cuando ésta se produzca sin imposiciones, a día de hoy el bufete de abogados está recabando información sobre sus clientes, la forma de contratación del viaje, las negligencias que observaron, así como los daños psicológicos y físicos que dicho suceso les produjo.
Con toda esta información en su haber y tras valorar la legislación internacional al respecto y siempre atentos al proceso penal abierto en Italia, definirán el tipo de acciones legales a emprender, presumiblemente en España.
"Habrá actuaciones judiciales. Lo que no puedo decir es si habrá sólo una demanda, diferentes demandas por diferentes tipos de situaciones personales o si la demanda será sólo civil o si me puedo acercar a un procedimiento de tipo penal", indicó ayer el abogado José María Fabra-Fuster, quien destacó la importancia de poder contar en este proceso con el apoyo de la Fiscalía y de las distintas agencias de consumidores.
Engaño, abandono y descoordinación
Lo que queda claro tras escuchar el testimonio de algunos de estos 60 damnificados es que la noche del 13 de enero se produjeron una serie de acciones negligentes que convirtieron una viaje de placer a bordo del Costa Concordia en una pesadilla, por la que la mayoría de ellos están recibiendo tratamiento psicológico.
Por una parte, Salvador Montserrat, que viajaba con su mujer, insiste en "recalcar el engaño de la tripulación". "Cuando se produjo la colisión nos dijeron que nos quedáramos en el restaurante, que sólo se había producido un fallo eléctrico y mientras tanto ellos ya llevaban puestos los chalecos salvavidas. En realidad el barco se estaba hundiendo". "Estuvimos una hora allí dentro a oscuras y sólo nos empezaron a evacuar cuando sonaron los siete pitidos de emergencia", añade.
Con su testimonio, Jaime Farré pone al descubierto la falta de recursos para poner a salvo al pasaje en caso de emergencia al recordar con angustia el momento en el que entró en el camarote que compartía con su mujer Elena Arias y sus dos hijos, de 3 y 7 años, para comprobar que sólo disponían de tres chalecos, ninguno de talla infantil, por lo que él optó por quedarse sin uno. En la misma línea, Silvina Ibáñez y Pablo Ventici, padres de dos niños de 14 y 10 años que embarcaron en el Costa Concordia gracias a un tarjeta regalo de Orange, destaca el mal stado de las barcas hinchables, las cuales apenas podían abrirse por oxidación, así como de los sistemas de poleas para hacer descender los botes salvavidas hasta el agua, que en algún caso obligaron a cortar las cuerdas con hachas para dejar caer la embarcación al vacío. Pero quizá, lo más desesperante para todos ellos, fue el desconocimiento y desentendimiento de la tripulación en todo el proceso de evacuación, así como sus numerosas acciones negligentes contrarias al protocolo de evacuación del pasaje. "Ellos estaban aún más perdidos que nosotros", asegura Salvador Montserrat, quien señala que esa noche sólo recibieron una indicación en español y ésta fue a través de la megafonía para instarles a guardar la calma porque se trataba sólo de un fallo eléctrico".
"No nos dejaban subir en algunos botes porque decían que estaban reservados para la tripulación", recuerda Silvina, quien además destaca con indignación que "cuando llegamos a la isla allí ya había muchísimos miembros de la tripulación. ¿Y dónde queda eso de las mujeres y los niños primero?".
Pero sin duda alguna, lo que más ha marcado a todas estas personas es el haberse sentido en algún momento avocados a la muerte. "Mi hijo me preguntaba continuamente si nos íbamos a morir", recuerdan tanto Silvina como Elena, mientras que Ángel Morales admite que "creí que iba a morir e incluso me despedí de mi mujer".
En cualquier caso, el pasaje desconocía por completo el protocolo de actuación en caso de tener que evacuar el buque de emergencia, puesto que no habían recibido indicaciones al respecto, y la tripulación parecía igual de desorientada que ellos. Así, empezó una huida a la
desesperada en busca de los botes salvavidas. El problema entonces fue que, al no haber dado la señal de alarma cuando se produjo la colisión para proceder a continuación con el desembarco, el buque ya se encontraba escorado unos 30º, por lo que los botes de ese costado estaban completamente inutilizados, mientras los del lado opuesto, apenas podían ser descendidos al agua debido a que la inclinación del buque les hacía chocar.
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