España

El fondo del asunto

Convocar un referéndum o incluso nuevas elecciones, sistemas todos ellos democráticos, de poco va a servirles a los griegos

La Razón
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Múltiples incógnitas se suscitaron cuando el primer ministro heleno, Yorgos Papandréu, planteó la conveniencia de un referéndum para que la población aceptara, aunque fuera de mal grado, los recortes que exigió el eje franco-alemán. Cuando parecía que otro parche más iba a pacificar unas semanas la Unión, en vísperas de la reunión que celebraría el G-20 en Cannes, todo se vino abajo como un castillo de naipes. Papandréu no se mostró dispuesto a cargar con la responsabilidad de la larga marcha que condujo a Grecia hasta la quita del 50% de su deuda. Representando tan sólo un 2% de la desunida Unión Europea, se fue convirtiendo de problema puntual en mal endémico y tras él arrastró a otros países, unos ya rescatados y otros de difícil rescate, como Italia y España. Cuando deberíamos estar discutiendo sobre los programas electorales, que, tan suspirados, han visto ya la luz, el problema griego ocupó las primeras páginas de los periódicos y los noticiarios televisivos de los días 4 y 5. Agotada la población española por el largo puente del 1 de noviembre, tuvo que enfrentarse de regreso a nuevas malas noticias que llegaban del exterior. La irritación de los franco-alemanes y del FMI se dejó notar en la cena ultimátum a la que se convocó al primer ministro griego, quien se reafirmó en el referéndum para el día 5 o 6 de diciembre si todavía gobierna. Pero ya se habían hundido, una vez más, las bolsas: un tobogán. La suspensión de pagos de M F. Global en los EE.UU. anunciaba un desastre al que no se prestó atención suficiente.

¿Qué pasa con Grecia? La cuna de la democracia floreció con la esclavitud, aunque los elegidos podían debatir en el ágora. Pero así le fue a Sócrates. Como muy bien dijo Churchill, la democracia moderna es el menos malo de los sistemas políticos. Y ya algunos están dudando de su eficacia en dos direcciones: hay que sustituir a los políticos y a los partidos por algo aún ignorado o reforzar los poderes del Estado para que nada escape a su control. Papandréu afirmó que los europeos sabían ya de su intención de convocar un referéndum, aunque no le creyeron. Por otro lado, sometió a su Gobierno a una votación de confianza, puesto que algunos miembros del PASOK tampoco coincidían con él. Papandréu se resistió a inmolarse en defensa de la «economía de mercado». Tal vez creyó traicionar sus principios socialdemócratas, como han hecho tantos de sus correligionarios. Pero el momento elegido no ha podido ser peor. Grecia estaba a punto de recibir los 8.000 millones de euros que le hubieran permitido alargar la agonía, pagando a funcionarios y pensionistas, aunque con ello no se resolvían los problemas, sin posibilidad de crecer hasta el 2020. El fondo del problema no es Grecia, sino la configuración de la UE, cuyos dirigentes máximos se ven incapaces de desmontar el mecanismo que han elaborado. La política es gobernada por las finanzas y los poderes que de ellas emanan. El proceso económico y la crisis poco tienen que ver ya con la democracia, salvo en sus déficits.

Convocar un referéndum o incluso nuevas elecciones, sistemas todos ellos democráticos, de poco va a servirles a los griegos. Ni siquiera Obama consiguió llevar a cabo la parte más ilusionante de su programa, que le llevó hasta un inmerecido, vistos los resultados, Premio Nobel de la Paz. Una vez más el G-20 teatralizará las vías de escape (que por ahora nadie conoce) de una crisis occidental que se originó en el ámbito económico del país más poderoso del mundo, aunque en lento retroceso. De acuerdo a ese guión, Papandréu rectificó a media tarde de ayer y frenó el referéndum en la búsqueda de apoyo al plan de rescate con fórmulas que incluyen un gobierno de unidad nacional, mientras la oposición insistía en pedir la dimisión del «premier» y elecciones anticipadas dentro de seis semanas. Los políticos europeos no han logrado darse instrumentos fiables para controlar los mercados siguiendo un modelo estadounidense que tampoco lo ha hecho, aunque su moneda goza de Reserva Federal y el país, de unas mismas leyes, de impuestos equiparables y hasta de una lengua común. La incorporación de los países ex comunistas y de otros con economías poco evolucionadas acentuó las debilidades. En la UE no existe una burbuja única, sino varias superpuestas. Las soluciones, que no van a tomarse, deberían partir de una refundación, con nuevas leyes y una organización sólida que no se limitara a ese dúo más alemán que francés y que nadie eligió, pero al que todos se someten. El euroescepticismo británico está de enhorabuena y su Prensa parece exultante. Se ha bromeado en exceso con el euro. Nosotros estamos danzando sin música: un esperpento contemplado desde fuera.

 

Joaquín Marco
Escritor