Europa

Estados Unidos

La guerra del euro por Ángela VALLVEY

La Razón
La RazónLa Razón

Los viejos economistas avisaban: los países deben rehuir la deuda; si no pueden evitar la exterior, al menos tienen que impedir que crezca la interior. La deuda es una piedra de molino que cuelga del cuello de las naciones. Las deudas –los intereses que hay que pagar– absorben tantos fondos que, si no existiera ese peso sobre los contribuyentes, casi se podría abolir el impuesto sobre la renta.

La deuda nos ha traído hasta este doloroso momento. El mundo, como ya ocurrió un par de veces o tres a lo largo del siglo XX, necesita más dinero. Mucho más dinero. Aunque, en esta ocasión, Estados Unidos ya no es un gran acreedor de Europa. Y Alemania no ha perdido ninguna guerra ni tiene que pagar, por una vez, nuevas reparaciones de guerra a los países aliados en angustiosos e interminables plazos. «¡Estrujad a los alemanes hasta que se oigan los chillidos!», era la consigna de quienes negociaban esas reparaciones de guerra (Primera Guerra Mundial sobre todo, pero también en la Segunda), fundamentalmente británicos y franceses. Resulta paradójico que hoy día sea Alemania la que está apretando el puño sobre los países «perdedores» de Europa que agonizan tratando de sobrevivir a la «Guerra del Euro» mientras añoran el pasado, cuando soñaban estúpidamente estar «al amparo de la UE». Es irónico pensar que, después de haber sido salvajemente humillada tras las dos guerras mundiales (especialmente cuando perdió la Primera), ahora sea Alemania la que nos devuelve el discurso que ella misma tuvo que soportar en el pasado: «¡pagad los daños, aprended, tenéis que enmendar vuestros errores con sangre, sudor y lágrimas!». Más chistoso (tristemente chistoso para nosotros) es saber que España no participó en la Primera ni en la Segunda Guerra Mundial, sin embargo será uno de los países que más sufrirá esta guerra sucia de la deuda.

La crisis de deuda nos ha puesto en una situación muy parecida a la de entreguerras. Nuestros errores son los mismos de hace ochenta años. Nuestras deudas equivalen a las deudas de una Gran Guerra. ¿Habrá suficiente dinero en el mundo para pagar lo que debemos, para satisfacer las deudas americana y europea…? No sé, aunque sospecho que no hay papel suficiente en la Tierra para imprimir tanto billete como precisamos.

Y, como se pronosticaba antiguamente: en economía el único modo de «tener» el bollo es «comérselo». (Buen provecho, que diría Merkel).