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Hidalgos orgullosos por J A Gundín

La Razón
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Un tópico recorre Europa: el del hidalgo español enfermo de orgullo que se niega a doblar la cerviz y a pedir ayuda a sus ricos vecinos. La resurrección del personaje, al que sólo le faltan unas migajas de pan adornando sus barbas para lucir completo, se debe a que los españoles no se han mostrado igual de sumisos que portugueses e irlandeses. De hecho, el Gobierno de Rajoy se ha resistido a comulgar con ruedas de molino y a suscribir una línea de crédito para la banca cuyas condiciones sonrojarían al más desalmado usurero. No es casual que hayan sido los holandeses, que de molinos, de prestamistas y de divulgadores de leyendas negras tienen larga tradición, los que han puesto en circulación la especie, con tan notable eficacia que desde Obama hasta Draghi, pasando por los banqueros alemanes, la han aceptado como una explicación lógica al marasmo español. Si la prima de riesgo se dispara y la Bolsa se hunde es porque pecamos de orgullo y nos ponemos flamencos. Por más que sea falso y simplón, lo cierto es que el cliché perjudica seriamente la imagen de España y merma la credibilidad de sus sacrificios, que aun siendo muchos y muy duros, a los mercados y a los gobernantes europeos les parecen banales. En suma, España tiene un serio déficit de empatía con sus socios. Aunque con Rajoy España haya recobrado protagonismo y haga oír su voz, le falta poder de seducción, al modo italiano, en el zoco de una Europa donde, a veces, los préstamos se garantizan con una libra de carne humana, como exigía Shylock, el mercader de Venecia. Convendría que el presidente aprovechara hoy el Pleno del Congreso para refutar esa imagen estúpida de hidalgos enfebrecidos que algunos políticos europeos están divulgando sobre los españoles.