Ciudadanos
El camarote de los Hermanos Marx
No ha llegado a ser el "camarote de los Hermanos Marx", pero el trasiego de diputados que entraban y salían del hemiciclo del Congreso en el pleno que ratificaba la reforma constitucional y lo vivido hoy dentro del mismo se recordará como una de las jornadas más "atípicas"en la Cámara Baja.
El Palacio del Congreso amanecía hoy rodeado de furgones de la Policía que trataban de impedir el acceso a sus inmediaciones de los "indignados", que habían anunciado una manifestación en protesta por la reforma para fijar el límite de déficit que se iba a aprobar en la Cámara.
Dentro, a las nueve de la mañana, también se producía una imagen poco común, con los miembros del Consejo de Ministros reunidos en la zona de Gobierno, en lugar de en el Palacio de la Moncloa, como es lo normal cada viernes.
Un piso más arriba, la Junta de Portavoces y la Mesa despachaban los últimos trámites antes de un pleno que prometía ser uno de los recordados de la legislatura, ya que en el mismo se iba a aprobar la reforma de la Carta Magna tras un pacto, poco habitual también, entre PSOE y PP.
Y a las diez de la mañana comenzaba el pleno con la intervención de los diputados que iban a defender las enmiendas presentadas a la reforma y de los portavoces de los grupos parlamentarios.
Después de escuchar los argumentos de unos y otros, el presidente del Congreso, José Bono, informó a los diputados de que en cinco minutos se iniciaría la votación, algo que finalmente no se cumplió porque ahí comenzó la escena que recordó, por momentos, a la protagonizada por los Hermanos Marx.
Los cinco minutos llegaron a media hora, en la que se pudo ver a los portavoces del PSOE y del PP, José Antonio Alonso y Soraya Sáenz de Santamaría, subir y bajar las escaleras del hemiciclo con papeles en la mano, conversaciones de estos con los diputados de CiU -con quienes se buscaba un acuerdo- y "corrillos inéditos"con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y la vicepresidenta económica, Elena Salgado.
Mientras tanto los diputados de ERC, IU, ICV, BNG y NaBai ultimaban sus planes para el abandono del hemiciclo durante la votación, un "plante"anunciado ayer para el que habían pedido a Bono su colaboración e indulgencia.
Además del ir y venir de los portavoces de PSOE y PP entre los escaños, acompañados de sus expertos en economía, la jornada dejaba otras imágenes cuando menos curiosas, como la conversación, junto a la mesa de las taquígrafas, del líder del PP, Mariano Rajoy, y Elena Salgado, a la que se unía en los últimos minutos Alonso.
Nada más reanudarse la sesión, el portavoz del BNG, Francisco Jorquera, y la diputada de NaBai, Uxue Barkos, pidieron la palabra para comunicar que retiraban sus enmiendas y anunciar que se iban a ausentar de las votaciones.
Bono les recordó entonces que si deseaban ausentarse ese era el momento antes de que los ujieres cerraran las puertas, como manda el reglamento.
Pero los diputados que tenían prevista la "huida"no terminaban de decidirse y permanecían de pie en las escaleras sin saber si subir o bajar.
Después de escuchar la lectura de las enmiendas transaccionales presentadas por PSOE y PP, el portavoz de IU, Gaspar Llamazares, quiso tomar la palabra para vetarlas, pero Bono le recordó que no era el momento y dio una nueva oportunidad a los diputados que lo quisieran para dejar sus escaños, y así lo hicieron.
Pero Llamazares se quedó. Estaba esperando a que se votaran las enmiendas para poder vetar la tramitación de las transaccionales, con el consiguiente enfado del portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, quien intervino para preguntar al portavoz de IU el porqué de su actitud y si era algo "personal"o de su grupo.
"Me he ido en espíritu con mis compañeros, y he dejado mi cuerpo para vetar las transacciones", se justificó después en su perfil de Twitter.
Llamazares tuvo quizá su último "minuto de gloria"en el hemiciclo después de una larga trayectoria parlamentaria que no continuará en la próxima legislatura, como ha anunciado.
Pero la guinda al pastel del pleno la puso José Bono, quien propuso cambiar el texto de la reforma porque contenía una incorrección gramatical.
Y al final, después de tanto acuerdo y desacuerdo y tanto subir y bajar, todos convinieron en hacer ese cambio, concitando una unanimidad con la que se cerró una jornada en el hemiciclo que, además de histórica, resultó divertida.
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