Cataluña
Una idea de España por J A Gundín
Eso es precisamente, una idea de España, lo que no tiene el PSOE, según ha confesado el ex ministro socialista López Aguilar. Tiene razón. Lástima que no lo dijera, tan claro y tan alto, hace siete años, cuando el Gobierno del que formaba parte prometía aprobar todo lo que viniera de Cataluña porque «la nación es un concepto dicutido y discutible». A quienes entonces advertíamos de las funestas consecuencias se nos tachó de alarmistas. «España no se rompe», dijeron. Y se entregaron a experimentos estatutarios, legalizaron con imprudencia y gobernaron con los independentistas. Ahí está la cosecha: crecida soberanista en el País Vasco y en Cataluña. Lo grave no es que Rubalcaba se haya extraviado en la oposición, alentando huelgas generales y haciendo botellón con los radicales. Un partido de gobierno no debe caer en esas incontinencias. En época de crisis, los sufridores quieren dirigentes responsables, no oportunistas. De ahí el castigo en Galicia. Pero lo peor ha sido que Rubalcaba no ha tenido el coraje ni la autoridad moral necesarios para zanjar el cómico concurso de ideas sobre las variantes que admite el federalismo, ya sea con chapela, barretina o gorrito tirolés. «Yo me inclino por el alemán», soltó, por toda aportación, el secretario general. El despiporre. De ahí el castigo en el País Vasco. En este asunto, lo que está en juego ya no es la fortuna de la socialdemocracia, sino la estabilidad de España como casa de convivencia, la fortaleza democrática de una nación y la prosperidad de 47 millones de personas. Para ello se necesita un partido de centroizquierda con un discurso inequívoco y sin cláusulas ni fanquicias nacionalistas. Sólo desde la unidad de los dos grandes partidos nacionales en materia constitucional se puede garantizar eso que los extranjeros llaman España.
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