Irlanda del Norte
El exhibicionista que probó que era sonámbulo y se hizo rico
La de Donald Kinsella es una de esas historias que parecen sacadas del baúl de las leyendas urbanas. La de un empresario perdido por África en viaje de negocios que una noche de soledad se pasea desnudo por la habitación de su colega con cara, paso y ademanes de estar profundamente dormido.
¿Estaba Kinsella consciente? ¿Era todo una sofisticada estratagema sexual? Eso pensó su compañera, primero, y su empresa, después, que sugirieron que lo único que pretendía el hombre era obtener otra compensación diferente a la comercial en su duro viaje de negocios.
Pero Kinsella ha pasado en muy poco tiempo, por obra y gracia de un juez, de ser un supuesto pervertido caradura a convertirse en un millonario con la imagen intacta y la cartera repleta, después de que un tribunal dictaminara que efectivamente padece de sonambulismo y le compensara nada menos que con 13 millones de dólares por los daños sufridos en su honor con la falsa acusación.
Kinsella, empresario irlandés de 67 años, se encontraba en julio de 2007 en viaje de negocios en Mozambique con su empresa, Kenmare Resources, según el relato hecho por la BBC. Tras una dura jornada de reuniones, y después de haber estado bebiendo y tomando analgésicos, se presentó en tres ocasiones en la puerta de su colega totalmente desnudo y aparentemente dormido.
Pese a sus posteriores explicaciones, al sonámbulo exhibicionista no le creyeron ni la mujer ni su compañía, que publicó un comunicado de prensa en el que sugería que el empresario se había insinuado de forma inapropiada a su compañera y le pidió que renunciara al comité de auditoría de la empresa por el "incidente".
Pero su respuesta fue denunciar a la empresa y a su presidente por difamación. Ante el tribunal de Irlanda del Norte que le juzgó, el aludido testificó que tenía la costumbre de caminar dormido y dormir sin pijama, una manía compatible con los calores africanos.
El caso dio un vuelco cuando una investigación realizada por un abogado independiente en nombre de la empresa determinó que no hubo un intento consciente de Kinsella de entrar en la habitación de la mujer. Simplemente estaba andando dormido y como Dios le trajo al mundo.
El juez acordó indemnizar al empresario con 13 millones de dólares, la compensación más alta jamás otorgada en un caso de difamación hasta la fecha. Kinsella afirmó tras el veredicto que se sentía compensado. La empresa aseguró que se sentía "conmocionada"y anunció que apelaría la decisión.
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