Asturias

Marcha atrás

La Razón
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Intuyo que con este artículo no voy a aumentar mi círculo de amistades. Va de las autonomías, de esa ruina total. El café para todos nos sale por el ojo de la cara que ya no tenemos. Hoy he compartido mesa, mantel, viandas y copas con un grupo de amigos montañeses. En Santander. Todos ellos profesionales y empresarios. Abogados, arquitectos, médicos, ingenieros y algún héroe dispuesto a sacar su pequeña o mediana empresa adelante. Una tercera parte de ellos considera que la autonomía de Cantabria ha perjudicado gravemente el desarrollo económico de la provincia. Que se ha multiplicado por diez el número de funcionarios. Que Cantabria carece de nervio industrial para soportar los gastos de una autonomía uniprovincial. Que los montañeses pagan los sueldos de centenares de cargos públicos perfectamente prescindibles. Y que la población de Cantabria, apenas quinientas mil personas, no tienen capacidad de coacción ante el Gobierno de Madrid. No hay montañeses asesinos, ni partidos políticos que chantajean con el crimen, ni dirigentes que animan al separatismo como en la vecindad oriental de La Montaña. Se ha hablado de la promesa incumplida de Zapatero a Revilla respecto al AVE. Y me lo ha preguntado un ingeniero de Caminos. ¿Tú crees, elecciones aparte, que al Gobierno socialista le interesa invertir miles de millones de euros para que el AVE llegue a Santander? ¿Tú crees que Zapatero ha planteado en serio esa posibilidad a Revilla? Mi respuesta a la segunda pregunta ha sido afirmativa. Otra cosa es que Revilla se haya creído la mentira de Zapatero. En ese aspecto, Revilla no es nada original. Comparte su capacidad de ser engañado con millones de españoles.
Cantabria carece de fuerza para seguir luchando y sobreviviendo en soledad. Más industrializadas están La Rioja y Murcia, y tampoco tienen el futuro asegurado desde la soledad.

Las características históricas de Asturias no me sirven. La Montaña era en gran parte Las Asturias de Santillana. Y Asturias, cercenado el porvenir de la minería, tampoco cuenta con industria y población suficientes para mantenerse en solitario. ¿Una unión de Cantabria y Asturias? Difícil, pero no imposible. ¿Una reincorporación de La Montaña a la vieja Castilla? Supondría un paso más natural. Ya no serían quinientas mil personas las olvidadas por el Gobierno central, sino una decena de millones. Y aunque me fastidien los tópicos y los lugares comunes, la unión hace la fuerza.

Navarra, por sus especiales características, aglutina todos los requisitos para ser una comunidad autónoma uniprovincial. Entre otros motivos, por constituir la garantía de la unidad de España. Prueba de ello es la obsesión vasca por colonizar no sólo a sus tierras y a sus gentes, sino a su Historia. Pero Asturias, Cantabria, La Rioja y Murcia harían muy bien en diseñar su futuro desde perspectivas más amplias. Madrid equivaldría al Distrito Federal mejicano, y su potencial económico e industrial avalan su singularidad. No se trata de acabar –ya es tarde–, con el llamado Estado de las Autonomías, sino de recalificar algunas de ellas en su propio beneficio y del resto de España. De eso se hablaba, con elegantes discrepancias, sin alzar el tono, sin herir a nadie, en una mesa compartida por una veintena de ilustres montañeses con un madrileño de invitado. ¿Por qué no la marcha atrás?