Entre valses

El ideológicamente excelente ciclo en torno a la música de cine presentado por la OCNE va alcanzando también resultados sobresalientes en lo que respecta a la obra sinfónica de Gustav Mahler que está ofreciendo Josep Pons. En ocasiones hay que saberse acomodar a las circunstancias y eso faltó el domingo al no saber reaccionar ante el maratón madrileño que transcurría junto al propio Auditorio. No estaba previsto descanso entre las obras de Rota y Mahler, y menos mal que la pausa fue lo suficientemente larga para que el público retrasado pudiese incorporarse al segundo compositor. Problema parecido acaeció el sábado, cuando el Madrid jugó y perdió en su casa, y a los espectadores del Auditorio les resultó imposible encontrar doónde dejar el coche. Menos mal que, cuando hay fútbol, lo pueden dejar en cualquier esquina porque los balones tienen amnistía del Ayuntamiento madrileño, cosa que no sucede con los pentagramas.

Hubo buen sonido y concentración en la Orquesta Nacional al abordar la Quinta de Mahler, con la participación destacable de su concertino Mauro Rossi y del primer trompa, Salvador Navarro, colocado en lugar de privilegio, próximo al anterior para su intervención solista del «Scherzo». Funcionaron bien los tres primeros movimientos, faltó quizá un punto de poesía en el célebre «Adagietto» –el que justifica la inclusión de la obra en el ciclo cinematográfico– y quizá otro de orden en el siempre problemático tiempo final, pero en general se escuchó una lectura muy plausible de Josep Pons. Antes tocaron una especie de suite agradable de siete piezas compuestas por Nino Rota para el filme «El Gatopardo», de Visconti, director para quien el compositor también trabajó en «Las noches blancas», «Rocco y sus hermanos» y «Bocaccio 70», y que el público agradeció por su amenidad y, quizá, por los recuerdos que le aportaron.