Barcelona

Libertad de expresión

La Razón
La RazónLa Razón

En Estados Unidos existe una Iglesia llamada Westboro Baptist Church. Es una Iglesia minúscula, compuesta de su fundador y sus familiares. Meten mucho ruido, en cambio, porque están convencidos de que los males de Estados Unidos vienen causados por los pecados de los norteamericanos, en particular la tolerancia hacia los homosexuales. Suelen acudir a los funerales de los militares norteamericanos para manifestar esa convicción, que les lleva a afirmar que el 11-S fue un castigo de Dios. Como es comprensible, el padre de un soldado interpuso un pleito contra estos energúmenos y el asunto llegó al Tribunal Supremo, que acaba de dictar sentencia («Snyder contra Phelps»). El alto tribunal ha establecido que el derecho de libertad de expresión ampara las intervenciones del grupo. Los asuntos a los que se refieren los miembros de la Iglesia de Westboro tienen suficiente entidad en el debate público como para ser protegidos por la Primera Enmienda. Uno solo de los nueve miembros del Tribunal se ha pronunciado en contra. Los demás, conservadores y progresistas, respaldan el fallo. La decisión refleja bien la importancia que la libertad de expresión tiene para el sistema judicial norteamericano, con independencia de la valoración que merezca quien la ejerce. Es una lección para nuestros minúsculos inquisidores. Tal vez no habría ocurrido lo mismo de haber llegado al Tribunal Supremo el caso de otros energúmenos, como los que van a representar en un teatro de Barcelona una astracanada contra la visita del Papa a España. Y no porque la libertad no ampare a las bestias, sino porque las bestias están respaldadas, en este caso, por el Estado español, es decir por la Generalidad, que les cede el Teatro Nacional de Cataluña, ni más ni menos, para que puedan revolcarse a sus anchas en la inmundicia. Tal vez habría que empezar a preguntarse si cuando un organismo del Estado acoge actos como este no está violando la libertad de expresión en un asunto en el que, más que en ningún otro, el Estado y quienes lo representan deberían ser neutrales. Sería interesante que alguna asociación o algún bufete exploraran esta vía.