Cataluña
Morir de éxito por José Clemente
La reunión ayer en Moncloa entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, acabó como se esperaba en un sonoro fracaso. El desencuentro, pese a la cordialidad mostrada por el líder del PP, confirmada después por el propio Mas al reconocer que «es difícil enfadarse con Rajoy porque es muy correcto en el trato», fue absoluto y sin ambigüedades de ningún tipo, especialmente cuando Rajoy invitó a Mas a olvidarse de ese pacto fiscal porque «no hay margen para un acuerdo de ese tipo con Cataluña», y menos aún, mientras «estemos inmersos en la actual crisis económica».
Y como buen gallego que es le dejó caer al presidente catalán que, además de la crisis, un pacto fiscal como el que pide choca directamente con nuestro ordenamiento constitucional. Y aunque no se lo dijera, pero seguro que lo pensó, alterar las actuales normas de financiación autonómica incitaría a otras comunidades a seguir el mismo camino, que sólo se evita impidiendo los precedentes que convierten a unas regiones en privilegiadas sobre otras. Pero Rajoy no quiso cerrar todas las puertas para no dar pábulo a una nueva campaña de victimización de Cataluña, por lo que se ofreció a Mas para mejorar la financiación de esa comunidad autónoma, pero nada más, cerrando así la posibilidad a interpretaciones erróneas como las manifestadas por medios afines a CiU, en las que se aseguraba que Rajoy aceptaría, como mínimo, la mejora del pacto fiscal sin dañar al resto de España. Pues no. No al pacto fiscal. No a la posibilidad de que esa medida se expanda entre otros territorios, y no, también, a una Hacienda paralela como la puesta en marcha por la Generalitat 24 horas de la reunión en Moncloa. Mas no titubeo al comparecer más tarde y afirmar que el portazo al pacto fiscal había total, y que eso tenía consecuencias que analizaría y expondría la semana próxima en el debate de política general de Cataluña. No lo dijo, pero se le entendió perfectamente que lo que va a hacer CiU es analizar sus posibilidades electorales con la doble finalidad de rentabilizar la gran movilización soberanista del pasado 11 de septiembre, y asegurarse una nueva victoria con la que ganar tiempo a la crisis y encontrar la salida al laberinto en el que se ha metido innecesariamente.
Dilatar el adelanto electoral en Cataluña con una crisis que estrecha cada día más el margen de maniobra de CiU se antoja todo un suicidio a fuego lento por el que no están dispuestos a pasar los nacionalistas, por eso y tal y como admitió ayer el propio Mas, el adelanto no es, tras enterrar el pacto fiscal, nada descartable. Estos próximos días serán muy intensos intramuros de CiU, pues la concentración de la Diada no ha hecho sino que resucitar a ERC y dar alas al PP, como única tabla a la que asirse en plena tormenta secesionista. Por eso no es descartable una huida hacia adelante con nuevas movilizaciones «patrioteras» con las que sepultar el malestar de la crisis, el impago de salarios a los funcionarios, el deterioro de su Estado de Bienestar. Del morir de éxito a la ruina total sin apenas haber llegado a cobrar la lotería premiada.
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