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Humano y entrañable por Abel Matutes

La Razón
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En 1967 me habían nombrado presidente de turismo en la isla y me encargaron que escribiera un discurso porque venía Fraga. Creo que ese día le gustó lo que dije porque meses después me distinguió con una medalla al mérito turístico. Tras ser cesado como ministro, se marchó a Londres, desde donde empezó a exteriorizar su inquietud por preparar el futuro.

Aunque te hiciera trabajar como un mulo, no podías quejarte porque él daba ejemplo y lo superaba con brillantez.

Ese carácter tan rápido de respuesta que tenía era una forma de ocultar un poco su timidez. Era un hombre entrañable, muy amigo de sus amigos y con una humanidad enorme. Un día se cogió un avión para hablar conmigo personalmente para que viera la importancia que ponía en lo que me iba a pedir: que trajera a España a un gallego muy enfermo, con siete hijos y sin recursos que estaba en Túnez en prisión por un delito menor.

Recuerdo cuando vino a Ibiza a hacer campaña y se quedó en mi casa. Le comenté que solía madrugar para correr por el monte. Ese día me levanté a las seis, intentando no hacer ruido y me encontré a Manolo que desde las cinco de la mañana ya se había recorrido media isla.

El Archiduque Otto de Hasburgo, cuando me hablaba de Manolo Fraga casi se ponía firme y en todos mis viajes siempre había alguien que me preguntaba por él.

Su honradez era de una escrupulosidad increíble. Estoy seguro de que si alguna vez se encontró con una peseta en el bolsillo y no sabía de dónde le venía se la habría dado a un pobre o la hubiera regalado. Donde él estaba, las cuentas tenían que estar claras y era muy austero. El coche blindado se lo tuvimos que hacer comprar a la fuerza y al final se lo regalaron, porque no lo quería. Si hubiera sido el capitán de un barco hundiéndose, con toda seguridad, habría sido el último en abandonarlo.

 

Abel Matutes
Ex Ministro de Asuntos Exteriores (1996-2000)