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España

No nos moverán por Cristina López Schlichting

La Razón La Razón

«El pueblo, unido, jamás será vencido»; «No, no, nos moverán»…son extraños los eslóganes en las calles contra los recortes del Gobierno… ¿A qué «pueblo» se refieren? ¿El Parlamento, no es el pueblo? Me pregunto si estas manifestaciones no incorporarán también los complejos fascistas del 15-M, que reclamaba el fin de «la democracia de partidos» y la vuelta a las asambleas populares, de infausta memoria más allá del telón de acero. Los funcionarios no quieren perder la paga de Navidad ni los moscosos, pero no son más pueblo que los casi seis millones de parados o el millón de familias sin ingresos o las personas que han emigrado o los comerciantes, sepultados con el nuevo IVA. La mayor parte de ellos lleva años sufriendo en silencio, sin que nadie monte por ellos el follón que tenemos ahora que padecer. España es un país peligroso para las algaradas, porque son de todo menos espontáneas. Detrás de una pancarta o un megáfono siempre están los sindicatos o los partidos y sus caras subvenciones. Hay muy poco sentido nacional. Pero si somos incapaces de hacer patria, al menos pensemos un poco: ¿para qué sirven las manifestaciones? ¿Hay otro modo de ahorrar que ahorrando? Si nos hemos negado a ser como Grecia a la hora de pedir un rescate a la Unión Europea, ¿por qué tenemos que ser como Grecia en las algaradas callejeras? Las imágenes de las calles abarrotadas de gente cantando eslóganes de la Guerra Civil no favorecen a España en las bolsas internacionales. Uno de cada cinco alemanes gana actualmente 400 euros con los «minijobs». La nación más poderosa de Europa ha desmontado los resortes del Estado de Bienestar y lo ha hecho en calma, devolviendo competencias autonómicas, recortando subvenciones, eliminando gastos. El resultado ha sido la bajada paulatina del paro, hasta alcanzar el 6 por 100. Manifestarse no sirve absolutamente de nada. O sí: para mantener las cuotas de poder de quienes nos han llevado a esta ruina, sobre todo los sindicatos. Me dicen que Mariano Rajoy no se atreve a meter mano a las tres mil y pico empresas públicas o a las autonomías por miedo a la crispación popular; ¿es esto razonable? Una reducción drástica de la Administración pondría mucha más gente en el paro, es verdad, pero también adelgazaría el lastre del Estado y la deuda y nos permitiría empezar a construir empresas viables y una sociedad real. ¿Que hay que ganar menos? Se gana menos ¿Que hay que emigrar? Se emigra. Pero, al menos, que nadie venda otra vez el mito del patrón malo y el obrero bueno y la sangrienta fantasía de la lucha de clases. Eso ya lo probamos, con resultados muy cutres. Cada vez que oigo en las calles el «No nos moverán» siento vergüenza ajena. Qué cosa más patética.