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CiU doblega al tripartito y el PP rompe su techo

Cataluña dictó ayer un cambio de ciclo en la Generalitat. Un claro viraje al centro-derecha después de siete años de experiencia del tripartito de izquierdas. Los nacionalistas de Convergència i Unió (CiU) obtuvieron una nítida victoria (62 escaños de los 135 en juego con el 95 por ciento escrutado) quedánsose a sólo un puñado de escaños de la mayoría absoluta.

Mas celebra la victoria junto a los suyos
Mas celebra la victoria junto a los suyoslarazon

Fue un triunfo tan previsible que a los pocos minutos de cerrarse los colegios electorales, dirigentes de CiU ya proclamaban su éxito, mientras, en paralelo, el PSC reconocía apesadumbrado su severo retroceso. Jamás en la historia, los socialistas catalanes obtuvieron un resultado tan bajo en unas elecciones autonómicas.

Las encuestas no hilaron fino esta vez porque ni previeron la caída del PSC (28 diputados) ni auguraron una victoria tan holgada de CiU. Tampoco acertaron con la participación, que se temía muy baja y acabó siendo cercana al 60 por ciento. Esta fue, sin duda, la mejor noticia de una jornada electoral que deparó un notable cambio del mapa político en Cataluña.

No sólo porque Artur Mas se convertirá en presidente de la Generalitat después de dos intentos fallidos, sino porque el PP recobró su condición de tercera fuerza en el Parlament, lo cual desató la euforia de los populares. La formación de Alicia Sánchez-Camacho rompió su techo histórico en las elecciones catalanas alcanzando los 18 diputados, uno más de los que logró Aleix Vidal-Quadras en 1995. El PP confía en tener a partir de ahora un papel protagonista en la política catalana porque CiU, al fin y al cabo, necesitará apoyos para legislar.

En el bando de los derrotados, la decepción del PSC no pudo ser mayor. La derrota obligó a José Montilla a anunciar que no se presentará a la reelección como líder del PSC en el próximo congreso. En rigor, no sólo el PSC tiene un problema, también lo tiene el PSOE de Rodríguez Zapatero.

Quien tampoco pudo maquillar su tremendo costalazo fue Esquerra Republicana. Los republicanos, que han presumido durante los últimos siete años de codearse en la centralidad política, vuelven a posiciones minoritarias después de perder la mitad de sus diputados (de 21 a 10). La competencia de sus partidos fronterizos (CiU, Solidaritat Catalana –el partido de Joan Laporta– y Reagrupament) le pasó una elevada factura.

El desplome de las izquierdas catalanas se completó con el retroceso de ICV, el socio del gobierno saliente que sufrió menos heridas (10 escaños, 2 menos). Pese a todo, el análisis es inequívoco: Cataluña cabó ayer un profundo hoyo para sepultar al tripartito.

Fragmentación
Había en estas elecciones un cierto pánico a una mayor fragmentación del Parlament. Pues bien, el temor se confirmó, pese a que la participación orilló el 60 por ciento. El grupo mixto de la IX Legislatura catalana será una verdadera jaula de grillos. A los testimoniales tres diputados de Ciutadans, se sumarán cuatro representantes del partido de Joan Laporta. Plataforma per Catalunya estuvo a punto de dar la sorpresa con su discurso ultra en inmigración, pero no lo hizo.

Éste es el escenario que han dibujado los catalanes después de unos comicios marcados por la crisis económica y por la incapacidad del tripartito de dar respuestas eficaces al deterioro de la economía. La tendencia que recorre toda Europa en busca de gobiernos de centro-derecha para mejorar la economía alcanzó, por tanto, también la comunidad de Cataluña.

Ahora, se abre una nueva etapa donde CiU deberá gestionar la denominada geometría variable. Los nacionalistas tienen la intención de ofrecer grandes acuerdos al conjunto de formaciones para consensuar, sobre todo, medidas anticrisis, pero tienen, de entrada, la responsabilidad de reducir los gastos de una administración de la Generalitat que consideran sobredimensionada. En este punto, contarán con el respaldo del PP, que, durante toda la campaña ha puesto el acento en la necesidad de reducir el despilfarro acometido por el tripartito.

A título personal, las elecciones de ayer pasarán a la historia como las que posibilitaron el regreso de CiU a la Generalitat después de siete años realizando la travesía del desierto. Mas no pudo convertirse en el relevo de Jordi Pujol, ni en el de Pasqual Maragall, la figura que lideró el primer tripartito (una fórmula que sólo ha traído que desgaste al Partit dels Socialistes). Lo será, finalmente, de José Montilla.

Sánchez-Camacho, por su parte, hizo buena la confianza que le ha depositado Mariano Rajoy, muy comprometido con la campaña electoral catalana. La estrategia del PP en Cataluña se ha revelado óptima porque los populares se convierten en tercera fuerza con una clara ventaja sobre ERC e ICV. Las izquierdas están obligadas ahora a realizar una profunda remodelación de sus planteamientos.


ADIÓS A SIETE AÑOS DE COALICIÓN
Después de 23 años ininterrumpidos de gobiernos de CiU, en el año 2003 se produjo la alternancia en la Generalitat. PSC, ERC e ICV unieron sus fuerzas para desalojar a CiU. Así, Pasqual Maragall –que logró 7.000 votos más que Artur Mas– fue investido presidente de la Generalitat. Aquel tripartito vivió una Legislatura muy accidentada, con continuas crisis internas, ceses de consejeros y remodelaciones fallidas. El colofón a la inestabilidad fue la expulsión de ERC de la Generalitat por su oposición al pacto del Estatut alcanzado en Madrid. Desde que Maragall optó por la alianza con ERC e ICV, se inició el declive de los socialistas. En 2006, José Montilla consiguió tomar el relevo como presidente de la Generalitat pese al retroceso de las izquierdas. Su propósito fue disminuir el ruido del tripartito y minimizar las discrepancias internas. El estallido de la crisis económica, la extenuante negociación de la financiación autonómica y la sentencia del Estatut han marcado los últimos cuatro años del Gobierno de Cataluña.