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El talón de Aquiles de las víctimas

Nafissatou Diallo
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Madrid- Su fama de mujeriego, su nada austero historial amoroso y sus conocidos escarceos con jovencitas hacían de Dominique Strauss-Kahn (DSK) un «blanco fácil». Aun así, las dos mujeres que, en los últimos cinco meses, han tenido a DSK contra las cuerdas y al borde de la destrucción pública no han logrado conservar esa credibilidad que la misma personalidad del ex director del FMI les proporcionaba. Tanto Nafissatou Diallo como Tristane Banon, una desde Nueva York y la otra desde Francia, flaquearon en los mismos puntos, echando por tierra su versión de los hechos y perdiendo la confianza de la opinión pública.

En ambos casos, las historias parecen cojear: las dos denunciantes se tomaron su tiempo en presentar cargos contra DSK. En el juicio en Nueva York, salió a la luz que justo después de ser supuestamente violada y gravemente agredida en la suite de Strauss-Kahn, que se encargaba de limpiar, la guineana Diallo siguió con sus tareas y arregló otra habitación. Por su parte, Banon tardó nada menos que ocho años en denunciar al político francés. La joven periodista sostiene que sus allegados, en especial su madre –edil socialista–, fueron los que la convencieron de que no dijera nada «por el bien del partido».

Otro de los «pecados» que han cometido las dos mujeres ha sido el de crear una suerte de «circo mediático». Una vez que le denunciaron ante la Justicia, ninguna de las dos se demoró demasiado en hacerlo de forma pública y frente a las cámaras. Tanto Diallo como Banon intervinieron en varios programas de televisión, en los que no escatimaron en detalles sobre su experiencia con DSK. Finalmente, ambas han sido acusadas de «oportunismo». La misma Banon admitió que la historia de Diallo, que llevó a Strauss-Kahn a las portadas de todo el mundo, le convenció para denunciar públicamente al economista galo. Por su parte, la camarera guineana afirmó en un principio no saber quién era Strauss-Kahn, aunque luego se supo que todo el personal del hotel Sofitel de Nueva York estaba advertido de la importancia del huésped.