Londres
Las tres perlas del joven Vermeer
Su biografía es tan desconocida como la mirada, perdida a veces, de las muchachas que retrató en esos interiores con tempo propio por los que se colaba la luz: una encajera absorta entre su maraña de hilos, una muchacha que vierte leche, sus paisajes de arboledas escuálidas
Vermeer de Delft, que así se le conocía por el pueblo donde nació, vivió apenas cuarenta y tres años, tiempo suficiente para que de su paleta salieran 36 obras tan exquisitas como lo fue su pincelada. Tres de ellas se exponen hasta el 12 de marzo en la galería Nacional de Escocia, en Edimburgo.
Johannes Vermeer era hijo de un posadero y comerciante, aunque poco se sabe de con quién estudió y cuáles fueron las influencias reales en su pintura temprana, aunque está claro que estaba muy familiarizado con las últimas tendencias de la pintura flamenca y holandesa. En sus comienzos se cuelan en sus telas temas tanto religiosos (era protestante pero se convirtió al catolicismo poco antes de contraer matrimonio) como mitológicos, que están presentes en esta «delicatessen» que han llegado a Escocia.
Luces y sombras
El cuadro más grande de los expuestos es «Cristo en casa de Marta y María» (1654-55), un interior con tres figuras en el que deja lo que serán rasgos de sus obras: la cadencia de obras posteriores y su prepocupación por el tratamiento de la luz, aunque el trazo es más rotundo que su posterior producción. Tenía poco más de veinte años pero ya apuntaba maneras. La más temprana (1653-54) es «Diana y sus ninfas», con un tratamiento más audaz del claroscuro, mientras que «La celestina», una escena de burdel datada en 1656, constituye un hito en su carrera, ya que marca su transición a la llamada «pintura de género», además de reflejar en el juego de luces y sombras la influencia de Caravaggio.
El poder de los rayos x
Después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron en el mercado varias obras que se atribuían a los años de juventud de Vermeer; sin embargo, se trataba de la obra de un falsificador, Han Van Meegeren. La restauración de «Diana y las ninfas» dejó al descubierto un añadido de 12 centímetros en la parte derecha de la tela. Tras una reciente revisión de «La celestina» hace algunos años se apreciaron, gracias a la técnica de los rayos x, algunos cambios realizados por el artista durante el proceso de pintado.
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