Bildu
Silencio disfrazado por Pilar Ferrer
El aniversario se produce en medio de las elecciones vascas. Con sus terminales políticas en centros de poder. Hete ahí el feudo guipuzcoano y el rostro electoral de Bildu. A lo largo de este año ETA no ha matado y ello es logro de varios factores: la política antiterrorista firme del Gobierno es uno de los pocos asuntos en que PP y PSOE no discrepan abiertamente; las detenciones policiales de jefes de la banda, que la debilitaron, y la Ley de Partidos, que provocó movimientos en la izquierda abertzale para sobrevivir. Sin embargo, ETA sigue sin disolverse y confía aún en una negociación con el Ejecutivo.
El cese de la actividad armada no implica, en ningún caso, la rendición de la banda. Expertos en la lucha antiterrorista saben que, como en la truculenta película «El silencio de los corderos», el asesino está agazapado, pero siempre al acecho. Los buenos resultados que auguran las encuestas en Euskadi para Bildu colocan en una encrucijada al PNV. Si Urkullu es lendakari, tendrá ante sí un doble reto: lograr la paz sin concesiones o recuperar el espíritu de Lizarra. Esta vía es la que desean la banda y su brazo político, previo paso al derecho de autodeterminación y la independencia, tal como advierte el líder del PP, Antonio Basagoiti.
Que nadie se llame a engaño. La cara amable de Laura Mintegi, candidata de Bildu, no ha condenado explícitamente a ETA. Es pues un silencio de las pistolas disfrazado. Las reivindicaciones de los presos esconden exigencias políticas que el Estado no puede admitir. Se cumplen doce meses de una tregua con luces y sombras. Cierto es que, por vez primera, no ha habido muertos en campaña electoral. Pero tampoco ha llegado la entrega definitiva de las armas. En el nuevo inquilino de Ajuria Enea recae una responsabilidad histórica, mientras el Gobierno de la Nación mantiene su firmeza. Sin chantajes ni cesiones.
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