Prevención
«El protector solar superior a 8 impide absorber la vitamina»
Tantos beneficios como los que tiene esta vitamina recuerdan a la panacea escolar, la manzanilla, que daban para curar cualquier mal: dolor de tripa, de huesos, estreñimiento...
Lo cierto es que ha pagado un precio inexplicable. Pese a ser conocida desde hace más de un siglo, hemos redescubierto hace poco sus efectos esqueléticos y extra-esqueléticos. Además, una cosa es lo que muestran los estudios epidemiológicos, en los que bajas concentraciones se ligan a varias enfermedades, y otra que dispongamos de ensayos clínicos que confirmen esos beneficios.
Es una hormona con papeles conocidos, en concreto contra las micobacterias, como la tuberculosa. ¿Es lo más claro hoy día?
Se conocen sus efectos sobre la inmunidad que llamamos innata, potenciando la producción de catelicidina, una proteína que elimina la micobacteria de la tuberculosis, así como sobre la inmunidad adquirida en la que actuaría reduciendo dolencias autoinmunes o el riesgo de diabetes e hipertensión. Pero faltan estudios que demuestren que revertir esa situación de déficit reduce esas enfermedades.
Un estudio reciente revela que nacer en primavera está ligado a problemas de anorexia por los cambios de temperatura, la exposición al sol, y a los niveles de vitamina D, entre otros. ¿Qué opina?
Creo que es un poco precipitado, con los datos disponibles, asumir que la insuficiencia o déficit de vitamina D es el principal causante de esos problemas.
En algunos países, como Argentina, se administran dosis en los centros de salud a menores y embarazadas. ¿Es exagerado?
Con una exposición al sol diaria de 15 minutos en brazos y piernas o espalda deberíamos producir suficiente vitamina D sin alcanzar dosis excesivas de radiación solar. Pero durante seis meses al año el ángulo del sol no es suficientemente perpendicular para que la combinación de luz y calor en la piel produzca la hormona D. Y junto a la ausencia de suplementos en los alimentos hace que la mitad de la población tenga concentraciones en sangre por debajo del punto óptimo.
Pero en España, que presumimos de sol y de dieta, ¿no es paradójico?
La situación ha cambiado y, por ejemplo, usar un factor de protección solar superior a ocho hace ineficiente la producción cutánea de hormona D. Si sumas que para ingerir la cantidad recomendada se necesitaría cuatro litros de leche al día, o doce sardinas, ocho yemas de huevo... Se comprenden el déficit.
¿Podemos tomar suplementos?
Depende de la situación. Por ejemplo, los pacientes que tienen osteoporosis en los que suele existir el déficit, hay medicaciones que incluyen una dosis de vitamina D o administramos directamente vitamina D sola o asociada a calcio. Lo mismo en recién nacidos. Para la población sana, mi consejo es que hagan ejercicio al aire libre.
¿Suspenso para España?
Ese 50 por ciento de déficit asciende hasta el 90 por ciento en mayores dependientes o que han sufrido una fractura osteoporótica de cadera.
Al echar un vistazo en su blog sorprende leer que hay quien cree que las vitaminas engordan. ¿Es cierto?
Lamentablemente, hoy día existe demasiada información que a veces es poco fiable. De ahí que en el mes de mayo pasado comenzara este blog para aclarar mitos, entre ellos, efectivamente, la ganancia de peso por tomar vitaminas.
Volviendo a las cremas, si a partir del factor 8 ya no se beneficiarán de esta vitamina, ¿no es poca protección?
Hay que ser sensato. No hablamos de exposiciones a pleno sol de agosto en la playa, sino de la exposición del resto del año, fuera del horario de 12 a 16 horas y sin exponerse a dosis eritematosas. Eso es lo razonable.
Tal vez los medios de comunicación hemos contribuido en cierta forma a la confusión.
Es cierto que, aunque los que nos dedicamos a temas relacionados con vitamina D tenemos una visión de conjunto favorable, puede extrañar a la población que no tengamos claros esos beneficios. Los datos son prometedores, pero antes de recomendar que tomen dosis mayores de las aceptadas (400 a 1000 UI/día) necesitamos datos más sólidos de su beneficio. No hay que quitar valor a las pruebas epidemiológicas, pero siguen faltando ensayos clínicos.
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