Francia
Son tontos
Más de un iluso se ha creído que el comentario del Rey a Rafael Nadal ha sido un indiscreto desliz de Don Juan Carlos. Centenares de cámaras y cachivaches para grabar y el Rey que se desliza por la pendiente de lo incorrecto. Pues nada de eso. El Rey sabía muy bien lo que decía, a quien se lo decía y en el tono que lo decía. Y sus palabras han caído bien a la gran mayoría de los españoles. «Estos de los guiñoles son tontos». Estuvo moderadísimo, precisamente por ser el Rey, porque conociéndolo estoy seguro de que tenía en la punta de la lengua otro calificativo.
Si hay un deportista grande y ejemplar ese es Rafael Nadal. Le entregaban al Rey Nadal y sus compañeros del equipo de España de la Copa Davis una réplica de la famosa «Ensaladera» de plata. Y ante la cercanía de los periodistas, el Rey largó el mensaje. Aquí no hay patrioterismo barato ni indignación excesiva. No se trata de reivindicar Gibraltar al modo de los tiempos del franquismo, con aquella manifestación «improvisada» y la llamada del embajador del Reino Unido al entonces ministro de la Gobernación, el general Camilo Alonso Vega. Pues eso, unas pedradas a los cristales de la Embajada inglesa y los cristales hechos añicos. –Señor ministro, los manifestantes están apedreando la Embajada–; –¿Quiere el señor embajador que le mande más polícías?–; –no, señor ministro, me conformaría con que me enviara menos manifestantes–.
El principal promotor de Roland Garrós, el empresario óptico Afflelou, ha retirado la publicidad de sus productos del Canal-Plus de Francia. Se considera insultado por los insultos a Nadal. El embajador de Francia en España –que en muchas ocasiones lo ha sido al revés–, también se ha manifestado indignado con las alusiones calumniosas contra los deportistas españoles por parte de los autores del guiñol francés. Menos enfadado se ha mostrado el ministro de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de España, José Ignacio Wert, un hombre inteligente al que le vienen grandes tantas carteras ministeriales al unísono. La Educación es una cosa –de la que él entiende–, la Cultura otra – que sobra como tal de un ministerio– y los deportes una tercera responsabilidad que no termina de dominar ni asumir. El Deporte, en España, tendría que ser regulado, dirigido y administrado por el Comité Olímpico Español y dejarnos de zarandajas, macedonias de frutas, ensaladillas varias y carteras de ministros hinchadas de materias diferentes.
El Rey eligió a Rafael Nadal para mostrar su sonriente disgusto desde los espacios de la confidencialidad perfectamente calculada. Calculada para que nada tuviera de confidencial. Y eligió a Nadal porque la aparición de su muñeco en el guiñol del Canal-Plus de Francia es la que más ha herido, molestado o asombrado a los españoles. Todo viene de un tenista francés, Noah, el último que ganó algo, y que tuvo que retirarse por tramposo, padre a su vez de un buen jugador de baloncesto de la Selección de Francia que fue vapuleada por la española de Gasol –otra víctima del infundio–, en el último Campeonato de Europa.
Lo de Casillas no lo entiende nadie, pero como capitán de la selección española y vencedora en el Mundial de Sudáfrica, también irritaba sobremanera a los guionistas del guiñol, esos que son tontos, según el Rey.
Y hubo coincidencia de criterio. Se rió Nadal, se rió Ferrer, se rió Costa y se rieron todos los presentes, porque el Rey calculó el tono a la perfección para que una broma no se convirtiera en un conflicto diplomático. Pelillos a la mar. Y muy tontos. Del culo.
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