Fallece Di Stefano
«Ni Messi ni Cristiano Pablo es el amo»
Miranda de ebro- La lluvia amenaza con aparecer mientras los operarios del Mirandés pintan las líneas del césped y ponen guapo Anduva. Porque ayer no fue un día cualquiera en la ciudad. Fue EL DÍA DE MIRANDA, con mayúsculas, porque un equipo de Segunda B se convirtió en el centro del planeta fútbol al jugar las semifinales de Copa del Rey después de haber eliminado a tres equipos de Primera. El Athletic es el cuarto reto. «Una torre muy alta, pero nuestra final ya la ganamos. Ahora, a disfrutar.
Puede que la lluvia nos ayude», dice José Antonio, que se ha preparado un traje para la ocasión: «Ni Messi ni Cristiano; Pablo es el amo», se lee en su abrigo por delante.
Por detrás hay recortes de periódicos con las proezas del equipo esta temporada. «Esto ya lo tenemos para toda la vida», añade tras acariciar a su hija, Kiara, también vestida de rojo y negro, el color que tiñe la ciudad. Los autobuses tienen banderas y también los balcones, los bolsos de los escaparates, las paredes de los colegios. «La pena es que no den el día como festivo. Contra el Espanyol no lo dieron, quizá mañana», afirma Cristina, orgullosa junto a sus amigas de ir a todos los partidos de su equipo, no sólo a éste. Las tiendas, los bares y los colegios abrieron, pero el tema de conversación era el mismo en todos lados: el fútbol, el Mirandés. Hasta en las escuelas aprovechan el ejemplo de su equipo para decir a los alumnos que querer es poder, que nada es imposible.
«Todo el mundo ya ha ubicado Miranda en el mapa», añade Cristina en la calle Francisco Cantera, que se convirtió en el centro de operaciones de ambas aficiones. Han colocado una pantalla para que los que se perdieran el partido en vivo pudieran seguirlo. «Sólo lo hicieron antes en el Mundial», desvelan.
Por unos altavoces suena el himno del Athletic Club, el del Mirandés, el de Miranda, que cantan hasta los más pequeños, porque ayer era una fiesta para papás, mamás, hijos y nietos, para grandes, medianos y niños. Incluso para la gente a la que no le gusta el fútbol. «Pasión no tenemos, no es como los hijos…», dice Florentino. «Somos de fuera, pero llevamos toda la vida aquí y nunca se había vivido algo así», añade casi tan sonriente como su mujer. «Es increíble», reconoce otro señor mayor. «Una locura», añade el personal de Seguridad.
«Ganaremos 1.000-0», afirma una niña a la que pintan la cara... de rojo y negro, por supuesto. «Bueno, 1-0… 2-0», añade indecisa. La hora se acerca entre gritos de «Athletic» y «Mirandés», con algún hincha en manga corta, con ayuda, claro: «dopaje» líquido.
Hubo un grito común de ambas aficiones: «Estoy hasta los huevos del Barça y el Madrid...» El equipo local llega a Anduva cerca de las 20:30. Es la locura e incluso los propios jugadores botan dentro del vehículo. «Había una vez un equipo chiquitito, que no podía ascender», gritaba la afición. Y la canción sigue diciendo que, en «una, dos tres, cuatro o cinco temporadas, aquel equipo ascendió». Esa batalla será en el futuro. Ayer hubo otra. «Esta Copa, la gana el Mirandés –la bebe, dicen otros–», prosiguió Anduva. Es un campo pequeño, pero con personalidad propia, como si estuviera vivo. El frío no detiene los ánimos; «No hace mucho», opina un seguidor. Menos mal. Llorente se encargó de sofocar los ánimos locales.
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