Manhattan
Mujeres que perdonan
Huma Abedin, la esposa del congresista Weiner, es el último episodio de lealtad femenina cuando la infidelidad de sus poderosos maridos se hace pública
La lista de políticos envueltos en escándalos sexuales es larga y aumenta. Cuentan los casos que se saben –y son más los que no–. En todos los países. Pero, ¿qué ocurre con las esposas de esas figuras públicas? ¿Cómo reaccionan? ¿Les abandonan? En la mayoría de los casos, no. Un ejemplo claro fue la decisión de Hillary Clinton, esposa del entonces presidente del gobierno de Estados Unidos, de salvar el matrimonio tras el caso Lewinsky.
El mes pasado, la multimillonaria periodista francesa, Anne Sinclair, declaraba que su marido, Dominique Strauss-Khan, ex presidente del Fondo Monetario Internacional, era inocente. Sosteniéndole el brazo, le apoyaba (figurada y literalmente) en su entrada a los juzgados. Está acusado de abusar de una empleada de hotel guineana de 32 años cuando limpiaba su habitación. En la mayor parte de los conflictos de alcoba las esposas continúan la relación, exculpan a sus parejas y, de alguna forma, los «perdonan». De puertas para adentro, eso sí, todo son hipótesis.
Fidelidad al poder
La reciente renuncia del congresista demócrata, Anthony Wiener, por enviar fotos y mensajes de contenido sexual a seis mujeres, entre ellas una ex actriz porno, Ginger Lee, ha enloquecido a la prensa estadounidense. Los medios preguntan: ¿qué hará su mujer, Huma Abedin, mano derecha de Hillary Clinton, y embarazada de pocos meses? No hay declaraciones, pero todo apunta a que no le plantará.
Aparte de razones de fidelidad, sobre todo en parejas con valores religiosos, desde el Instituto para el Estudio de Mujeres y Género de la Universidad de Columbia, se apuesta por una teoría de intereses socio-económicos presente en muchas de las mujeres que perdonan. «El ejemplo más claro es el de Hillary Clinton», apuntan. «No quería perder el inmenso poder adquirido. Existen mujeres que superponen objetivos, como la carrera política, a su propia dignidad», sostiene Sierra Riya, encargada de Estudios sobre la Sexualidad en el Instituto.
«Es el poder y el miedo a perderlo lo que las mantiene ahí», añade. «Pero eso es opresión, aunque no lo sepan. Creen que no podrán conseguir una vida profesional exitosa sin sus maridos machos [usa este término en español]. Y posiblemente sea verdad», critica Riya, que achaca el problema no al género femenino sino a un mal endémico, arrastrado durante siglos: el machismo. Un ejemplo claro, cita, sería el del cavaliere italiano, Silvio Berlusconi.
La esposa de Weiner, Huma Abedin, musulmana de 34 años, es una profesional competente. De origen indio y pakistaní, habla varios idiomas (entre ellos, árabe), estudió en Washington y desde 2000 es asistente personal de Hillary Clinton. Su mano derecha. La secretaria de Estado la valoró así en 2007: «Huma Abedin tiene la energía de una mujer de 20 años, la confianza de una de 30, la experiencia de una de 40 y la gentileza de una de 50... Soy muy afortunada de tenerla en mi equipo desde hace diez años». De momento, Abedin no ha dicho nada sobre la conducta de su marido. Aunque sí ha hecho: a diferencia de otras esposas, no ha comparecido con sonrisa forzada junto a su marido en la rueda de prensa de renuncia.
Esposa abnegada
Atrás quedaron aquellas escenas de abnegación del pasado. Una de ellas la protagonizó el ex gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, quien solicitó el servicio de una prostituta en 2008. Le pillaron. En la correspondiente declaración pública de arrepentimiento, le acompañaba su esposa, la abogada Silda Wall, a la que había conocido en Harvard, y sus tres hijas adolescentes. «Mi mujer me está apoyando en estos momentos tan dolorosos para nosotros», señaló Wiener, el ex congresista judío, de 47 años, que tenía muchas opciones de sustituir a Michael Bloomberg en la alcaldía de Nueva York. «La dinámica de poder es masculina. Si estas mujeres no siguen con sus parejas, quizás desaparecerían. Es duro. Todavía hay mucho que cambiar en esta sociedad», afirma Riya, de la Universidad de Columbia.
Otro de los casos que ha dado la vuelta al mundo, esta vez con posibles consecuencias judiciales, es el de DSK. Tras su detención por un posible delito de abuso sexual, su esposa, Anne Sinclair, salió en su defensa de forma contundente. «La Justicia demostrará que es inocente», clamó. Ahora ambos residen en Manhattan (él, con arresto domiciliario) a la espera del juicio. Desde el principio, la periodista –que llegó a sufragar parte de la campaña– apoyó a su marido sin fisuras. Ya lo había hecho en otras ocasiones. El porqué, sólo ella lo sabe.
En política las infidelidades han existido siempre. Pero las nuevas tecnologías han complicado las coartadas. Si hubieran existido redes sociales en 1960, quizás alguien habría colgado en Facebook una foto comprometida del presidente Kennedy con Marilyn Monroe.
El cibersexo de Wiener se descubrió por una confusión (de él mismo) al publicar uno de los mensajes (en cueros) en su cuenta de Twitter. Nunca quedó con esas mujeres. Conversaba y enviaba imágenes. Suficiente. Su carrera política se da por terminada (al menos unos años). Veremos qué pasa con la de ella.
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