Relaciones laborales
Griñán cruza el Rubicón por Santiago Talaya
En la hipérbole se intuye la falacia. Porque es imposible que un recorte de un diez por ciento en el presupuesto de la Junta implique el próximo año el cierre de todos los hospitales, de la mitad de las escuelas y el despido de la cuarta parte de los empleados públicos. ¿En qué se gasta entonces la administración autonómica el ochenta por ciento de su actual presupuesto? ¿Acaso familias y empresas no han demostrado durante la crisis haber sabido ajustar sus gastos por encima de los dos dígitos? Por no hablar de los ayuntamientos, que también son administración, y que de manera más o menos silenciosa llevan un par de ejercicios no renovando contratos temporales cuando no prescindiendo de parte de su personal estructural.
No, la intervención dramática ayer del presidente Griñán, envuelta en una hábil argumentación no exenta de alguna razón teórica, fue una sobreactuación política. Entre obligada y deseada. Porque si los presupuestos de 2013 son imposibles lo serán por los presupuestos políticos: la inadaptabilidad de Izquierda Unida a las exigencias del euro, la renuncia ideológica a cualquier implantación de algún copago sanitario o educativo por mínimo que sea y, sobre todo, el pacto de sangre de no prescindir de absolutamente ninguno de los doscientos sesenta mil trabajadores de la Junta. Tal vez el Gobierno central debería permitir a las comunidades algunas décimas adicionales de déficit y endeudamiento aunque a Andalucía siempre le podría reprochar el treinta y cuatro por ciento de paro. Y las prestaciones por desempleo las paga el Estado. De todas formas, tampoco cambiaría el discurso en San Telmo. Valderas presiona y Griñán, azuzado por Rubalcaba y contestado por un tercio de críticos, no puede renunciar a su propio camino. Probablemente ayer inició el de una disolución anticipada de la legislatura. Al fin y al cabo, el PP carece formalmente de candidato y quién sabe si una cita con las urnas en primavera no debilitaría también a los incómodos pero acomodados socios de Izquierda Unida. Claro que el presidente volvería a tentar una suerte que quizás haya hecho por él demasiadas horas extraordinarias. Y algunos andaluces que lo han puesto en el gobierno no entenderían que tirase la toalla sin haberla sudado.
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