Argentina
La madre
Se acaba de celebrar el Día de la Madre, y Garzón y Usabiaga sin enterarse. No soy partidario de esas jornadas de exaltación específica. En ese aspecto, salgo a mi madre, que odiaba el «Día de la Madre». Nos lo dijo a sus diez hijos: «Soy vuestra madre excepto el Día de la Madre». Y ese día, los diez hermanos tratábamos a nuestra madre como si fuera una parienta lejana del Puerto de Santa María. Y lo del «Día del Padre» ni se mencionaba. Nuestro padre era un vasco tímido y seco, al que la mera posibilidad de una especial felicitación durante el Día del Padre le ponía enfermo. Enfermo de cama, y no exagero. Porque en realidad, el Día de la Madre fue un invento comercial del inteligentísimo Pepín Fernández, fundador y presidente de «Galerías Preciados», y el «Día del Padre» del gran Ramón Areces, para vender más el 19 de marzo en «El Corte Inglés». Cuando «El Corte Inglés» compró «Galerías Preciados» a Cisneros, que previamente se había quedado por nada con los almacenes que le fueron robados a José María Ruiz Mateos –aquella reprivatización no fue castigada penalmente porque tendría que haber ingresado en la cárcel todo el Gobierno de Felipe González–, «El Corte Inglés» se quedó con los dos «Días», y consiguió que la sociedad española los adoptara como una costumbre más. Usabiaga ya había sido puesto en libertad por el juez Garzón cuando se celebró, la pasada semana, el Día de la Madre. Ni por ésas. Y Garzón no se ha enterado de que su batasuno favorito, su etarra afligido por la extraña enfermedad de su mamá, lleva diez días en libertad y todavía no ha visitado al motivo de su permiso carcelario. No intento con estas palabras convencer a Usabiaga para que acuda a «El Corte Inglés» y le compre a su madre la Medalla del Amor Filial. No pretendo que Usabiaga quiera a su madre como Marco, que se largó a Argentina con un mono a buscar a su madre emigrante. No espero de Usabiaga la misma compenetración con su madre que la de la poetisa de Sant Feliu de Guíxols, Roser Pirull de Sasebas, que reconoció públicamente al recibir la «Rosa de Oro» del Festival Poético de Sant Boi de Llobregat que los lazos de amor con su madre eran tan fuertes «que al orinar mi mamá, a los dos minutos ‘‘había'' de orinar yo». No. Mi única pretensión es que el bondadoso y presunto prevaricador juez Baltasar Garzón, se moleste en seguir con más atención las andanzas de su beneficiado Usabiaga, un etarra al que saca de la cárcel para que cuide a su madre de una enfermedad que no existe, y que en diez días –con el Día de la Madre entre ellos–, no ha tenido tiempo todavía para cumplir con el motivo de su excarcelación. Garzón, según mi modo de ver las cosas, tendría que firmar una orden de busca y captura, procurar la detención del mal hijo y llevarlo de nuevo a la cárcel por incumplir sus promesas y buenas intenciones. Pero a Garzón estas cosas le aburren, porque dan para titulares de poca monta. Ofrezco desde aquí un invisible e imaginario ramo de rosas a la madre nada enferma de Usabiaga para compensar el vacío que su hijo le ha procurado. No se lo merece, porque las madres tienen bastante culpa de lo que terminan siendo sus hijos. Y el suyo es un terrorista deleznable. Pero España y yo somos así, señora. Lo malo es que España es también como Garzón.
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