Afganistán
La guerra de los líderes débiles
Los líderes han utilizado en ocasiones la política exterior para sortear escollos internos, tratar de ganar visibilidad pública y salir fortalecidos. El hiperactivismo del presidente francés, Nicolas Sarkozy, en la guerra libia no ha podido evitar vincularse indirectamente con las pésimas perspectivas para su reelección en 2012, que fueron confirmadas ayer después de conocer los resultados de la primera vuelta de las cantonales de este fin de semana.
La votación de las diputaciones han confirmado el peor de los pronósticos para la UMP: el tirón del Frente Nacional, que podría darle una patada en el trasero hasta colocarlo en la tercera posición. De la «coalición de voluntarios» que participan en el conflicto armado en el país árabe, no es el único presidente en aprietos. El jefe de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha cambiado el principio de no intervención por un alineamiento sin condiciones. Este giro se produce justo cuando sus niveles de popularidad están bajo mínimos. El sondeo del CIS otorga a los populares una ventaja de 10,1 puntos de cara a las generales y en su partido se ha abierto el melón de la sucesión. ¿Puede la guerra de Libia «salvarlos» de un hundimiento electoral? Un éxito militar les permitiría mejorar posiciones. En una posición intermedia se encuentra el presidente norteamericano, Barack Obama, quien no ha querido identificarse con la que muchos consideran «su» guerra frente a los conflictos heredados de Afganistán e Irak. Obama no participó en la Cumbre del Elíseo y mantuvo su viaje a Iberoamérica. Sea por convicción política –el presidente no ha escondido su tentación aislacionista para centrarse en la economía– o por interés electoral –no abundar en el hartazgo ciudadano con una tercera guerra– renuncia a ejercer su liderazgo como primera potencia en un conflicto que se ha internacionalizado. El primer ministro británico, David Cameron, está prácticamente al principio de su primera legislatura, pero su drástico programa de recortes le ha situado este mes por debajo del Labour (36% frente 43%). La participación en Libia ha contado con un amplio respaldo político y popular. La división entre los aliados podría sin embargo restarle crédito. Cameron, por ejemplo, ha sido el único líder que ha incluido el derrocamiento de Gadafi entre los objetivos. Si el sátrapa continúa en el poder, su opinión pública podría penalizarlo.
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