Nueva York
Shanghai pone puertas al mar
Es el puerto comercial más grande de Asia. Amenazada con sucumbir al aumento de agua del calentamiento global, la ciudad se amuralla entre diques
Primero las Maldivas bajo el agua y Tuvalú como la Atlántida. Después los helipuertos que coronan los rascacielos de Bangkok a nivel del mar, al igual que los minaretes de las mezquitas de Jakarta o el campanario de la catedral de Manila. Finalmente Saigón, nervio financiero de Vietnam, borrado del mapa; y lo mismo la capital camboyana, Phom Penh. Millones de desplazados procedentes de megalópolis que ya no existen, como Calcuta o Dacca, abriéndose camino en los yermos infértiles del norte de India y Bangladesh. La lista es interminable: si sumamos los informes que se han publicado en los últimos cinco años anunciando los efectos del cambio climático en lasgrandes urbes costeras de Asia, obtenemos un saldo apocalíptico.
A Shanghai, cuyo corazón financiero se alza sobre un estuario, también le han pronosticado una tragedia pasada por agua. Dicen que la perla del este de China se está hundiendo lentamente, al tiempo que sube el océano a causa del deshielo. Precisamente Shanghai, cuyo nombre significa «sobre el mar» y que ya supera a Nueva York en cuanto a número de rascacielos. Frente al alarmismo inicial, casi todos los estudios subrayan que esta es una de las primeras grandes metrópolis asiáticas que está afrontando con seriedad la idea de un posible hundimiento. Tanto es así que en un informe sobre los riesgos que corren las grandes urbes del continente «Mega estrés para mega ciudades» (2009), los ecologistas de WWF le dan la tercera mejor nota en cuanto a capacidad e intención de respuesta, ligeramente por detrás de las mejor clasificadas, Singapur y Hong Kong.
El plan para mantener a flote este hormiguero humano de cerca de 20 millones de personas lleva años siendo implementado desde el Centro de Control de Inundaciones de la ciudad y consiste en un sistema de murallas, canales, diques móviles, sumideros y alcantarillas para controlar las crecidas. Todo complementado con un monitorización constante. Su director, Zhang Zhenyu, explica por teléfono a este suplemento que ya en 1949 se empezó a pensar en ponerle puertas al agua, echando al mar los primeros camiones de hormigón y ladrillo. «Desde entonces se han invertido más de 31 mil millones de euros en la construcción de sistemas de prevención de inundaciones». La principal herramienta de contención, sostiene Zhang, es un sistema de muros marinos llamada «la defensa de cuatro líneas». Las dos primeras barreras consisten en más de 1000 kilómetros de «murallas marinas» (aún en construcción) que protegen de inundaciones, vientos huracanados y tormentas.
La tercera evita inundaciones y mareas altas a través de 385 pólder, cerca de 2637 kilómetros de diques y más de 1100 bombas con las que sacar el líquido que se cuela en los canales de la ciudad. Algunas de estas estructuras son móviles y permiten que entre y salga no sólo agua, sino también todo tipo de barcos. No en vano, Shanghai es el mayor puerto comercial de Asia y, según algunos cálculos, el que mástráfico gestiona de todo el mundo. La cuarta línea de protección, aún en obras, es un laberinto subterráneo considerado uno de los más modernos sistemas de alcantarillado del mundo, capaz de absorber 4138 metros cúbicos de agua por segundo y repartido en un área de 843 kilómetros cuadrados. Actualmente está acabado algo más del 60 por ciento del total.RODEADA DE AGUAZhang niega que Shanghai sea la metrópolis más expuesta al cambio climático del mundo, como han resaltado algunos estudios recientes. «Pero no hay duda de que golpeará más que otras en China. La razón principal es que estamos rodeados de agua. Por el oeste tenemos el delta del río Yangtze, el tercero más largo del mundo, y otros tantos ríos que desembocan aquí. También tenemos lagos, como el Tai hu. Y finalmente está el mar. Sólo hay agua, no tierra, a nuestro alrededor. Además el terreno es plano y bajo, estamos a entre tres y cuatro metros sobre el mar, algunas zonas incluso más bajas. Al este es un poquito más alto, pero no mucho. Tendremos graves problemas si el agua sube, como se prevé, unos 21 centímetros de aquí a 2050», reconoce el profesor. Aún peor sería si, como remarcan otros estudios, el mar se eleva entre 1 y 1,5 metros antes de que acabe el siglo. El director del Centro de Control de Inundaciones, que dirige una gigantesca oficina en cuyas pantallas se puede seguir al minuto el nivel de las aguas que rodean la ciudad, dice que Shanghai está situada en una de las zonas más vulnerables al cambio climático. «Somos muy sensibles al aire frío y caliente, que se alterna, especialmente en al estación de las lluvias. Casi todos los años tenemos ciclones tropicales, lluvias torrenciales y episodios de inundación. A veces también tornados y otros fenómenos atmosféricos peligrosos.
Según el registro, Shanghai se inundaba una vez cada tres años, quedaba arrasada por las lluvias cada cinco años y cada diez años había una gran inundación con muchos muertos», resume. Algunos estudios indican que, de no haberse construido el sistema actual de diques y barreras, la mayor parte de la ciudad habría desaparecido tras el tifón que atacó las costas el 19 de agosto de 1997, desbordando parcialmente el río Huangpu. Según los cálculos del profesor Zhang, hoy en día el agua tendría que subir ahora por encima de los siete metros para llegar hasta la ciudad, algo que no se descarta en caso de tifón.
Al revés de lo que ha ocurrido con otros proyectos similares crucificados por los ecologistas, como el famoso «Mosé» de Venecia, desde las oficinas de WWF hacen críticas moderadas a los avances y los esfuerzos de Shanghai para proteger la ciudad del cambio climático. «Se ha hecho mucho y se ha combatido la erosión de la costa y la intrusión del agua salada. Las soluciones han seguido más o menos la idea de trabajar con la naturaleza y con una visión de desarrollo. Por supuesto, mejor que construir más diques, como se planea, se podrían fortalecer los humedales, recuperándolos y evitando el proceso de deterioro por la actividad humana. Esa es la forma natural de proteger la costa de la subida del agua y los cambios de temperatura», explicó Ren Wenwei, representante de esta asociación ecologista en la ciudad china.
La importancia económica de Shanghai y del cinturón agrícola e industrial que la circunda, han bastado para convencer a las autoridades de que cualquier esfuerzo es poco con tal de evitar una catástrofe. China, además, tiene menos problemas presupuestarios que otros países para realizar grandes obras públicas, ya que el Estado sigue gestionando la mayor parte del ahorro que genera el país. En definitiva, dispone de liquidez para afrontar empresas urbanísticas e infraestructuras que serían inabordables en muchos países occidentales. Suficiente dinero incluso para ponerle puertas al mar.
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