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Aquí un marrón por Lucas Haurie

La Razón
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El periodista debe alejarse de un adagio afortunado en todos los órdenes de la vida excepto cuando se tiene la responsabilidad de opinar en público: «Si mi amigo mata a una vieja, algo habrá hecho la vieja». El Invercaria Gate es la bala de plata que terminará con el poder socialista en Andalucía y por eso quitaron de en medio a Laura Gómiz antes de que trascendiera su conversación con Cristóbal Cantos para que gestionase la crisis Paco Álvaro, fiel como un marine y honesto a machamartillo. La madre de Guilio Andreotti, por buen mote Il Divo, fue interrogada en un documental sobre su hijo, Rasputín de la política italiana durante cuatro décadas e implicado en las más sucias maniobras imaginables, sospechas de asesinato incluidas: «Si no puedes hablar bien de alguien, mejor no digas nada». Quienes conocen al abajofirmante no dudarán de que le mentaría los muertos a cualquiera en un artículo cinco minutos después de abrazarlo sincera y fraternalmente. Conozco y aprecio a Paco Álvaro, o sea, pero si le doy ojana no es porque sus tres hijas se hayan criado con mis sobrinas, sino porque albergo la convicción de que es tío cabal. Después de treinta años de poder omnímodo en Andalucía, es de imaginar que alguien en el PSOE tendrá la largueza de miras suficientes como para desear un traspaso civilizado. Siempre se encuentra en la historia a un Segismundo Casado, a un Wenceslao Carrillo, a un Julián Besteiro con más sentido del Estado que patriotismo de partido; aceptar la dirección de Invercaria a menos de dos meses para las elecciones puede suponer la escritura del primer párrafo del propio epitafio político pero alguien tendrá que hacer inventario antes de echar el cierre para que, si procede, se depuren las responsabilidades legales. Pues a eso se ha prestado Álvaro sin ninguna necesidad y con menos posibilidades de sacar provecho de su efímero cargo. Dará la cara, se tragará cuantos sapos le correspondan y, si le queda tiempo, podrá explicarle a la señora Gómiz que sí se puede (se debe) estar «comprometido con la ética» cuando se administra el dinero de los ciudadanos. Pero por eso mismo, jamás lo verán en la primera línea de la política. Lo suyo es la gestión y no el mando. Ni el mamoneo, ni el «aquí no hay procedimiento».