
París
Nadal empieza a ganar París

Hace un año, en el Foro Itálico, la confianza de Nadal se agrietó definitivamente cuando Djokovic estaba enfrente. Era la cuarta derrota consecutiva en una final en apenas tres meses. Una semana antes de París, el serbio se llevó uno de esos torneos que Rafa podía considerar suyos. Luego llegó Roland Garros. El mejor Federer nunca visto sobre tierra frenó en semifinales a «Nole» y «permitió» que Nadal levantara su sexta Copa de los Mosqueteros. Sólo ha pasado un año, pero en vísperas de la gran cita sobre arcilla roja el panorama ha cambiado radicalmente. Rafa viaja a su «Grand Slam» rearmado, muy reforzado anímicamente. En Roma ha empezado a ganar su séptimo título en París. Porque en Roma ha derrotado a Djokovic por 7-5 y 6-3 después de dos horas y 20 minutos. Ha derrotado a un Djokovic más real que el que hace un mes apenas ofreció resistencia en Montecarlo.
Aquel fue una sombra del número uno del mundo. El de Roma tampoco puede presumir de ser el mejor sobre tierra. Eso es cosa de Nadal. La victoria en Roma tiene un valor añadido. Ha revelado que el balcánico no es el jugador del año pasado. Ya se había vislumbrado a lo largo de la temporada, pero quedaba que Rafa lo ratificara en una cita de verdad. Y si esa cita podía servir para acumular argumentos ante lo que se avecina, mejor que mejor. Porque «Nole» tiene pendiente conquistar Roland Garros, es su gran objetivo de esta temporada. Después de su increíble 2011, estaba convencido de que podía ganar los cuatro «grandes» seguidos. Ayer se hicieron patentes las primeras dudas. Porque el mejor Djokovic fue capaz de contener a un Nadal casi perfecto de salida, pero cuando se le presentó la oportunidad de ir un poco más allá…
El Djokovic de 2011 hubiera sido capaz. El actual, no. En el décimo juego y con 30 iguales, un línea cantó fuera una derecha ganadora del serbio. Rozó la línea, era buena y hubiera supuesto bola de set, pero el juez árbitro ordenó repetir el punto. El Djokovic sereno, el que se preocupaba sólo de su tenis, el que no entraba en guerra con el mundo, el que tenía comida la moral a Rafa, el de 2011… se hubiera abstraído. Hubiera seguido a lo suyo. El actual, no. El actual pierde el juego, cede un «break», revienta la raqueta contra la silla del juez o el soporte de la red en el cambio de pista y pierde el primer set con un juego en blanco.
La crisis del balcánico se prolongó mientras Rafa era capaz de seguir a lo suyo. Nuevo «break» de Nadal; Rafa que salva cuatro bolas de ruptura en su primer saque y encarrila la final. El resto del partido fue un ejercicio de resistencia. Djokovic lo intentó de todas las formas a su alcance. A la desesperada, con puntos bien planteados, con golpes geniales, con arranques de rabia…
Siempre encontró una respuesta. El Nadal que vive dos metros más atrás de la línea de fondo, el que terminaba rindiéndose en el pasado ejercicio, era capaz de conectar golpes defensivos imposibles. A cada «winner» del serbio siempre le sucedía una respuesta. Rafa volvía a ser el muro que acostumbraba. Se trataba de resistir y resistir hasta que Nole terminara por desquiciarse. Lo hizo con su servicio en el noveno juego al regalar el título con una doble falta.
Su nerviosismo se prolongó en la sala de prensa: «Nadal no ha jugado sumamente bien y yo he cometido muchos errores». La respuesta de Rafa añade más madera para París: «¿Que no he jugado bien? He ganado el torneo sin perder ningún set». La mejor conclusión para el español es que la confianza que había perdido con la derrota ante Verdasco en Madrid ya es historia y que su disco duro está en condiciones de empezar a borrar todo lo de 2011, cuando Djokovic estaba al otro lado: «Ganar hoy es importante porque cuando pierdes luego juegas con dudas».
La victoria sirve a Rafa para recuperar el número dos del mundo. Para no encontrarse con Djokovic hasta una hipotética final en París. Para superar el récord de 20 Masters 1.000 de Federer. Y, sobre todo, para volver a creer que Djokovic está a su alcance y más en tierra batida.
Nadal tenía un problema con el serbio. Desde finales de 2010 no era capaz de contrarrestarle. Ayer lo hizo, tanto con la cabeza como con su tenis, y Nole acabó al borde de un ataque de nervios. Con todo lo que se avecina –París, Wimbledon, los Juegos…–, Roma ha sido mucho más que una victoria.
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