Barcelona
A 48 horas de la clandestinidad
Esta tarde el coso de Barcelona celebra el primero de los dos festejos antes de cerrar sus puertas
La Monumental queda tranquila. En las taquillas se forman pequeñas colas para abastecerse de entradas para el cartel de hoy. Cartelazo con Morante, Juli y Manzanares ante toros de Cuvillo. Para el de mañana es imposible. A no ser que acampes a las puertas para comprar el 5% que la empresa está obligada a sacar a la venta el día de corrida. Y ahí mismo, en la calle de la Marina ya hay más de uno esperando y eso que todavía faltan dos noches. Interminables. Con sillas de playa y muchas horas por delante de espera. No cabe otro pensamiento más que el que habita en la locura para comprenderlo. A la Fiesta le sientan bien las pasiones. José Tomás las levanta allá donde se anuncia, sea Ciudad Real o Barcelona. A Salvador Boix, su apoderado, le vemos a lo lejos, dentro de la plaza con Antonio Matilla, el gestor hasta la fecha desde que Balañá decidió quitarse de en medio. La plaza está cerrada a cal y canto. Ni periodistas ni fotógrafos, como si se tuviera algo que esconder. Lástima que el monumento, que lo es, no abra sus puertas. Tiraremos de memoria para recrear sus dependencias y dejaremos al lector huérfano de imágenes. En los alrededores, justo en el bar Bretón que hace esquina, ocupan las mesas taurinos. No es intuición, el reclamo de la conversación obliga: «Los toros son el único espectáculo en el que se puede beber alcohol y todo ocurre con normalidad, sin perder los papeles», dice unos los ocupantes de las mesas.
En la terraza, no puede ser de otra manera con la temperatura veraniega de este final de septiembre, tres reventas ponen sobre la mesa sus cartas: «Para mañana me quedan dos buenas. Lo del domingo está imposible, tengo muy poquito». Mientras, en internet, los precios se desorbitan. Lo de siempre. Sólo que esta vez es diferente. Todo esto en 48 horas será un acto de clandestinidad.
Los toreros velan armas para el gran día. Dos días distintos. Únicos y no por las buenas noticias. Hay un fondo latente de tristeza en cada encuentro. No se entiende. Moisés Fraile, el ganadero de El Pilar que lidia el domingo, pasa en Salamanca las últimas horas antes de partir para Barcelona. «Yo no puedo pensar que un toro mío va a ser el último que se lidie en esta plaza. No me cabe en la cabeza que se prohíba la Fiesta y se permitan los ‘‘correbous''. Quiero pensar que alguien pondrá cordura al tema. Yo me quedo con que es un día importante, con José Tomás, Juan Mora y Serafín Marín y el deseo de que todo salga bien». Sus toros, que ya han pasado el reconocimiento, están desde la noche del jueves en los corrales de la plaza. «Los hemos elegido con cariño, por hechuras, por nota... Con el cartel que tenemos si las cosas no salen bien será por nuestra culpa, ellos lo van a dar todo».
Desde el miércoles están en Barcelona los toros de Núñez del Cuvillo que se van a lidiar esta tarde. «Barcelona es un público muy especial, no de ahora, de siempre. Desde que nosotros venimos a lidiar son apasionados, respetuosos y sin complejos. Da mucha rabia que el nacionalismo acabe con esto. No hay otra lectura», apunta Álvaro Núñez Benjumea.
En ese finísimo entramado en el que convergen las responsabilidades, los nervios y los miedos, La Monumental –¿qué será de La Monumental?– aguarda tranquila, años de historia, sin saber lo que le espera. Los turistas, de momento, pasan a verla. Eso sí, desde fuera. La cuenta atrás ha empezado para pasar a la clandestinidad.
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