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Odón Alonso

La Razón
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Quizá para los más jóvenes melómanos fuese un nombre que simplemente les sonaba, pero Odón Alonso es toda una referencia en la música española para los que hemos superado el medio siglo. Mi primer concierto en el Teatro Real nació de su batuta, una «Vísperas» de Monteverdi que jamás olvidaré. Eran tiempos de lecturas con gran aparato orquestal y coral y el maestro plagó la sala de efectos estereofónicos que sorprendieron a aquel joven poco avezado musicalmente.

Su biografía ha sido ampliamente destacada esta semana y no es preciso insistir más que en tres o cuatro de sus aspectos más importantes. «Mi tarea preferida ha sido dar a conocer la música, conocerla yo mismo y encargarla, y eso es lo que he hecho hasta el día de hoy. Un director tiene que hacer la música de su tiempo y la verdad es que estrené unos doscientos títulos», dijo definiendo su posición con claridad y ahí quedan sus estrenos de Schönberg o Messiaen, quien consideraba su versión de la «Turangalila» como una de las mejores. En su afán por transmitir su amor a la música fue catedrático en la Escuela Superior de Canto madrileña y creó el Otoño Musical Soriano, en el que abrió puertas a un género al que era muy aficionado: el flamenco. Pianista en sus inicios, fue ante todo un músico, por encima de una técnica directorial poco elaborada. No le preocupaba ésta, para él lo importante era comunicar. Y comunicó, como músico y como persona. Emparentado con Enrique Franco, tuvo una cultura que casi no le iba a la zaga, sobre todo en pintura, siendo un placer en la conversación por sus conocimientos, simpatía y cordialidad.

Tuvo reconocimientos que pocos alcanzan en vida, como una calle en su ciudad natal, pero ha sido una pena que nuestras autoridades culturales no se acordaran de él en estos últimos años en los que tanto lo necesitó y tanto lo hubiera agradecido. Como lo agradecerían otras de nuestras referencias: Carlos Gómez Amat y Antonio Iglesias, no menos importantes por no ser intérpretes. Odón Alonso deja un vacío en la música y en nuestros corazones.