SGAE
La pena del telediario por Francisco Pérez Abellán
Teddy Bautista, acompañado por funcionarios policiales como otros directivos de la Sociedad General de Autores de España, SGAE, fue un plato muy fuerte para el telediario. Con cara de abuelete Santa Claus,Teddy conservaba la prestancia, pero había directores y altos cargos que protestaban. Daban la impresión de que se sentían traicionados. Aquello, estaba claro, no iba sólo contra la SGAE, sino que toda una época, la época de la Zeja se derrumbaba en el templo de la recaudación.
La SGAE ha sido durante los últimos años un tema de angustia para empresarios que se encontraban con reclamaciones recaudatorias insólitas. El viejo y recargado caserón de enfrente del pub Santa Bárbara había pasado sus mejores días de depositario económico. Ahora venían días de auditores e investigaciones, de tricornios y cuentas. Por si faltaba poco, Rubalcaba, ya con un pie fuera del Ministerio, reivindicaba que él era el jefe de la Guardia Civil y por tanto el indicado para informar en el Congreso.
Las cuentas de la Benemérita empitonan a algunos altos cargos y el juez procede, aunque de momento los deja a todos en libertad. Tendrán que explicarse en papeles judiciales y desde luego, sí circula la especie de que alguien trata de utilizarlos para que el Gobierno recupere el buen rollo con los internautas. No obstante, el bulo no acaba de caer porque para que eso fuera cierto tendrían que echar a la ministra de Cultura, la señora Sinde, que todavía defiende en voz baja la labor de la SGAE, mientras encaja la crítica política del jefe político de la Guardia Civil.
No cabe duda de que los allí detenidos lo podían haber sido de forma discreta, cortés y amable, dado que son gente de posibles, educados y demasiado unidos a la rutina como para salir corriendo. Pero si alguien ha aprendido de técnicas goebbelsianas, ése es el que ha gobernado con González y el «periodo gálico». Un grupo de tipos revueltos, con Teddy y su desamparada barba blanca, causan un efecto de medio juicio; en especial cuando se les encamina delante de las cámaras, supuestamente a recibir justicia.
Cambio de estilo
Neri tendrá que razonar las cuentas. Teddy tendrá que explicar qué significa ser el gran jefe en una casa como la SGAE y habrá que sacar los números y ponerlos en limpio. Detención espectacular al primer mordisco, pero aquí ya nadie se asusta. Mira a Dominique Strauss-Kahn que parecía tenerlo todo perdido.
El estilo ha cambiado en España: de pronto un grupo de individuos echan del barrio de Lavapiés a la Policía. Ellos mismos gritan que son vecinos, no delincuentes. Echan a la policía porque le ha pedido la documentación a «un sin papeles», como es su deber. Y unos tipos han amenazado a la autoridad. Los policías seguro que han consultado, y el ministro, en calidad de ministro, ha dicho que esperen a que vuelva el titular. Y mientras, se han ido retrocediendo por retambufa en una imagen lamentable.
Mientras la España que temblaba con los espías de la SGAE que llegaban a ver qué música se interpretaba en hoteles, bodas y bautizos, se encuentra a la expectativa: ¿por qué el Gobierno monta ahora este golpe de efecto? Rubalcaba les riñe a los bancos y a los que resulten imputados de la SGAE, ¿pero entonces están buscando hacer amigos o enemigos? ¿Quiere decir esto que el Gobierno sigue con un pie dentro –una ministra– y otro fuera de la gran recaudadora de derechos de autor? ¿Por qué alguien ordenó que fuera retransmitida con imágenes tan fuertes la puesta a disposición judicial de la cúpula imputada, tal como si fueran miembros de una banda peligrosa? Habría bastado con citarlos en el cuartelillo. No habría faltado ni uno solo, pero la audiencia del telediario se habría mantenido baja. De momento, el juez los ha dejado en libertad, aunque con cargos; pero quizá mañana mismo recuperen derechos que nadie les puede quitar.
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