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El Teatro de la Zarzuela ha sido una de las primeras instituciones en empezar su temporada. Lo hizo de forma tan peculiar como inapropiada: con un concierto en vez de una zarzuela a base de músicas que iban de lo bueno –«El barquillero»– a lo menos bueno –«Luna de miel en el Cairo»– con intérpretes que mostraron virtudes y carencias actuales de nuestro género. Concertaba el maestro Cristóbal Soler, cuyo contrato finaliza a primeros de octubre, coincidiendo con la terminación del actual director, Luis Olmos, quien será sustituido por Paolo Pinamonti.
¿Qué hará el Inaem con el cargo de director musical? A día de hoy hay dos titulares cobrando –el citado Soler y Miguel Roa– y uno sólo ejerciendo. Roa fue despedido con sentencia de «despido nulo» en primera instancia y de «improcedente o readmisión» en segunda. Ha de elegir entre reponerle en su puesto y pagarle los dos años largos que le quedan hasta su jubilación obligada a los 70 o prescindir de él e indemnizarle tras 25 años de servicio. Un pastón. No están los tiempos para dispendios. Evidentemente no es cuestión de reponer impuestos de patrimonio para seguir dilapidando dineros públicos. De ahí que el Inaemtiene que meditar muy bien lo que hace y nosotros levantar acta de ello.

La sabiduría de Roa
Lo lógico sería dar por terminado el contrato de Soler y retomar a Roa, que es con Jorge Rubio uno de los mayores expertos en el género, hasta su jubilación, ahorrándose su indemnización. Sin embargo, algo tendrá que decir Pinamonti, quien podría no contar con él por más que le viniera bien tener a su lado alguien con la sabiduría en el género que él no posee. Claro que sus superiores podrían convencerle de que no precisa un titular al estilo de Mortier en el Real y entonces sobrarían Solery Roa, aunque habría que pagar a éste y a los directores de turno. La situación es complicada porque, además, Pinamonti no deja de ser cargo de confianza y algo opinará el nuevo Gobierno… ¡Que mal se han hecho las cosas!