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El juego de Mas

El «president» se gasta el dinero de la Sanidad en sostener una superestructura independentista que lleva a la ruina a la Generalitat.

La Razón
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En vez de ponerse a gobernar con seriedad, al presidente de la Generalitat, Artur Mas, parece que le gusta jugar, y se dedica por entero al juego de la independencia, asumiendo en cada momento papeles diferentes, de manera que un día vota sí y otro se abstiene, una mañana se declara independentista y a la siguiente, respetuoso con la Constitución. Se ve que Mas es incapaz de asumir posiciones propias y anda el hombre a la carrera por ver como cumple al dictado lo que le susurra Pujol, preso éste último de una deriva dislocada que cada día se asemeja más a la que acabó políticamente con Arzallus. El problema es que Pujol tiene que decir cosas altisonantes para seguir saliendo en los periódicos, pero al que le retratan por sus hechos es a Artur, cada día más marioneta de su mentor que «molt honorable president». Sólo así se entiende que vote y obligue a su Gobierno a participar en una farsa de referéndum en el que se permitía emitir sufragios hasta en las playas. Muy divertido si no fuera porque las urnas las pagaron las administraciones públicas igual que el resto de la infraestructura movilizada para la presunta votación. El resultado no pudo ser más ridículo: solo el dieciocho por ciento de los barceloneses acudió a votar, incluyendo aquí a los niños de 16 años, a los inmigrantes sin censar y a los que no querían participar, pero les llevaron las urnas a los chiringuitos.
Se ve que a Artur Mas le sobra el dinero y por eso no le importa derrocharlo en tales ocurrencias. Nada nuevo puesto que lleva tiempo defendiendo estos gastos independentistas que minan las exhaustas arcas del Gobierno catalán. Y que no son tres euros, como argumentan ellos, sino millones que se van en subvenciones a grupúsculos soberanistas, revistas identitarias, radios y televisiones públicas nacionalistas, teatro y cine separatista, publicaciones pagadas y compradas por la vía de la subvención a las ediciones en catalán, y un sinfín de ayudas, regalías, mercedes y dinero tirado en superestructuras inservibles como las embajadas de la Generalitat por el mundo mundial. Cuando lo que se impone es sumar esfuerzos para ahorrar, al señor Mas sólo se le ocurre separar para dividir. El resultado es que se dedica a recortar inversiones en Sanidad y Educación, justo dos ámbitos que no debería tocar. Bien entendido, por otra parte, que todo lo que Mas destina, por indicación de Pujol y de su hijo Oriol, a financiar las estructuras soberanistas es dinero que detrae de otras partidas esenciales. El dinero que le llega a la Generalitat de los Presupuestos Generales del Estado no es para pagar embajadas o radios y TV deficitarias. Las transferencias son para Sanidad, Educación, Infraestructuras o Vivienda, y lo que la Generalitat se gasta en consulados o publicaciones independentistas lo está detrayendo de lo anterior. O sea, lo está desviando o malversando, como prefieran. Será por eso que nunca tienen bastante. Piden para Sanidad pero luego se lo gastan en imponer el catalán. Es el juego de Mas.