Afganistán
Esperando a Chacón
La ministra de Defensa se ha situado por méritos propios en el ojo del huracán, no sé si por inexperta o por obtusa. La defendí cuando otros la atacaron por sus trajes o por la compatibilidad de su embarazo con el cargo. Se la criticó injustamente entonces. El problema es que, con el paso del tiempo, su imagen no mejora. Lejos de ser la esperanza blanca del socialismo, recambio de Zapatero, ahora aparece más bien como una mujer testaruda y caprichosa, empeñada en aplicar sus ideas contra viento y marea, poco dada a oír la opinión de los demás, particularmente de aquellos que no piensan como ella, aun siendo mayoría. Hoy tiene que comparecer en el Senado para explicar la incomprensible política del Departamento que lidera respecto a las tradiciones castrenses. El problema es que pretende imponer su pensamiento sin darse cuenta de que con ello contraría la opinión del 80 por ciento de los militares (ver la encuesta de NC Report para La Razón), de los once millones de personas que acuden cada domingo a misa y del 90 por ciento de los ciudadanos de este país, que admite con normalidad la base religiosa de la gran mayoría de nuestras fiestas. Chacón debería empezar a controlar sus obsesiones y centrarse en lo que interesa de verdad en este momento: la protección de nuestras tropas en Afganistán, objeto de sesenta ataques en mes y medio. Todo lo demás, sobra.
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