Sevilla
Libertad y respeto por Iñaki Zaragüeta
La crisis es tremenda y la respuesta del Gobierno ha de ser inevitablemente dura, incluso incomprensible. Las medidas inevitables han provocado discrepancias, también indignación. Vemos que nuestra vida perderá calidad, nuestros servicios disminuirán y, lo que es peor, a la mayoría de nosotros nos cuesta ver la luz del final del túnel. De ahí que las protestas sean comprensibles, hasta necesarias. Entre ellas, incluyo el mecanismo constitucional de la huelga como último recurso para doblegar al poder. Aprendí hace tiempo que sufrir merece respeto, pero la sumisión es despreciable.
Ahora bien, la libertad en ocasiones también está limitada. Por la de los demás y por el respeto. La divergencia es un derecho, pero nunca para distorsionar todos los días y a todas horas la vida cotidiana. La disconformidad no autoriza las manifestaciones en el centro de las ciudades perjudicando gravemente la actividad de sus habitantes, de sus comercios, de su transporte y de todos sus sectores. Un despido no puede provocar la ruina del vecino. La democracia no es patrimonio de un individuo sino de la colectividad.
Como consecuencia de la difícil situación en la que vivimos, nadie, ni siquiera los sindicatos o los partidos políticos, tiene la potestad de manejarnos a su antojo. Derecho a la protesta, por supuesto, pero nunca como vehículo de frente contra los derechos de los demás. Si todos nos comportásemos de la misma forma, estaríamos a un paso de la ley de la selva. Nadie puede hacer un Madrid, Valencia o Sevilla intransitables. Perderemos todos. Así es la vida.
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