Suiza
Cómo acabar con las colas en el baño de mujeres
Mientras ellos no tienen que esperar nunca, ellas pierden minutos y minutos. Es un problema que tiene solución. Al fin y al cabo, ¿no éramos iguales?
Madrid, 2.00 de la madrugada. El primer aviso es todavía insignificante. Aún así, alzo ligeramente los talones para ubicar entre las cabezas el baño de señoras. Al final del todo. Superar más de un centenar de personas supone el antídoto perfecto para no interrumpir la conversación que mantengo en un local de moda.
Ya no puedo esperar. «Iba a decirte lo mismo», dice él. Tras cinco minutos de empujones, conseguimos atravesar los 30 metros y nos despedimos momentáneamente en la puerta. Bueno, yo, en realidad, en la cola. Al poco tiempo sale él, sonrisa relajada. Que me espera allí. Y yo sigo en el mismo punto de la fila, sin moverme ni un pequeño milímetro.
Avanzo una posición. O quizá es lo que me parece al sentir a otras sufridoras detrás. «No aguanto. Por favor, que se den prisa», se queja una a su amiga. Un minuto más tarde, cronometrado con exactitud, sigo en la misma posición. Cruzo las piernas ligeramente, doy discretos saltitos sobre mis talones... ¿Por qué no le habré pedido que me cuele en el baño de chicos?, hubiese sido todo tan sencillo.
Sólo puedo esperar. Las posibilidades de encontrar un baño público en Madrid son ilusorias. Con una población de 6.386.932 habitantes, apenas hay 37 sanitarios, mientras que en otras ciudades europeas, como París, se ven unos 400 instalados en sus calles. En Lausanne (Suiza) incluso apuestan por el glamour. Existen cabinas con paredes transparentes, que al entrar se vuelven opacas. Detrás, un pino que desprende un olor perfumado evita los malos olores. En nuestro país, si acaso alguno no consiguiera llegar a casa, utilizar la calle como baño público supone una multa entre 30 y 500 euros. A veces, incluso, más.
El local en el que me encuentro tiene un aforo de 550 personas. Y dispone de unos 25 retretes. Irreprochable. Según la Ley, por cada 15 o 20 individuos, número que varía en función de la Comunidad Autónoma, cada lugar de espectáculo u ocio está obligado a disponer de un inodoro. Normativa que cumple, además, con la ley de igualdad: es común para ambos sexos.
Sin discriminaciones.
El arquitecto Chema de la Puerta –del estudio DL+A, cuyas obras han sido seleccionadas en la bienal de arquitectura española y premiadas en concursos Europan– considera que ahí se origina el que las mujeres no lleguemos a la segunda parte de la obra de teatro, se nos quede el plato frío, o que siempre se nos deshaga el hielo de la copa, mientras esperamos. «Por pereza o incapacidad, más bien por pereza, nunca hemos abordado este problema femenino», opina.
«Los hombres tardamos una cuarta parte que las mujeres en utilizar los servicios. No es lógico que por cada ocho mingitorios haya tres cabinas de chicas, por ejemplo, porque ocupan menos espacio».
La arquitecto Pilar García de Gonzalo lo corrobora. «Las normativas y el Código Técnico de la Edificación determinan el número de aseos de cada local público y las dimensiones mínimas. Por ganar espacio se ciñen a los mínimos y deberían aumentar el número de aseos femeninos. Sobre todo en los locales de actividad nocturna, que son los que más afluencia de gente reciben. Así que el aumento de estos ratios unido a un buen diseño en la distribución es la clave para disminuir las colas en los baños femeninos».
En otros lugares, la imaginación particular ha conseguido una pequeña solución para solicionar el problema. Así para agilizar el tiempo que invertimos las mujeres en utilizar el retrete, en Norteamérica y Sudamérica el último grito es llevar un embudo portátil en el bolso.
Mientras se afinan las técnicas, dos arquitectos han diseñado el baño femenino que acabaría con las colas.
«Unas cabinas giratorias»
«Por una parte, carezco de la información suficiente, pero sé del problema por la sensación de abandono que se produce cuando ellas se aventuran a cumplir con sus designios naturales y no consiguen dar un paso desde que se ponen a la cola. Por lo tanto, el problema más importante a resolver es el ritmo. Mi propuesta es un sistema que aligere el tiempo de operación perdiendo confort. Crear la motivación es lo esencial, la costumbre hará el resto.
Establezcamos el tiempo medio en que tarda una mujer en utilizar el retrete. Una especie de tiovivo con varias cabinas dentro de un cilindro tendrá un solo acceso. De tal manera que cada cabina, tras un giro del artilugio, volverá a su posición inicial, donde no existe puerta. Quien alcance ese punto sin cumplir con sus labores será sorprendida. El consabido pudor de la feminidad será la motivación, por lo que los movimientos serán ejecutados con presteza como si se tratara de una cadena de montaje. Mientras, unos leds avisan en el interior, tornando la luz del verde al naranja y del naranja al rojo. Por otra parte, la cabina cuenta con un ventilador que evita usar cualquier tipo de polvos de maquillaje, ayudando en la tarea esencial. Con este sistema, caben tres veces más cabinas en el mismo espacio y se alcanza un ritmo 20 veces superior».
«Hay que reducir tiempo de espera»
«El objetivo de mi propuesta es jerarquizar los usos para reducir el tiempo de espera. Los divido en usos básicos (funciones fisiológicas) y usos vinculados (lavarse las manos, maquillarse...). Éstos se independizan de los básicos para que no interfieran en ellos. Unas escuetas cápsulas alternativas cubren los inodoros –de tal forma que sólo quepa una persona, bien es sabida la costumbre femenina de entrar en pareja para esperar menos– y, entre medias de ellas, se colocan los lavabos con el fin de optimizar el espacio.
Por otro lado, la espera para el uso básico se desvincula del espacio del mismo, mediante un sistema de turnos. A cada chica se le adjudica un ticket con un número. De tal manera que se pueda volver a su mesa, al lugar donde estaba su grupo de amigos… Es decir, que reanude la actividad interrumpida. Unas pantallas digitales reflejarán los turnos correspondientes. Creo que esta sería una solución satisfactoria para evitar las esperas habituales en los servicios femeninos».
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