Estados Unidos
Un dólar frágil para batir al euro por Miguel Ángel Rodríguez
La divisa estadounidense se devaluará todavía más sea cual sea el resultado del martes. Mientras, la moneda única baila al son que marcan los bancos centrales de otros países
Según el último informe sobre la economía española realizado por el Banco de España, la contribución de la demanda exterior neta al crecimiento del Producto Interior Bruto en el segundo trimestre de este año fue de 0,8 puntos. Esto se explica por la recuperación de las exportaciones junto con un retroceso de nuestras importaciones como consecuencia del deterioro de la demanda doméstica. La recuperación de nuestra maltrecha economía o al menos el freno a su precipitada caída, tendrá que venir en gran parte por las exportaciones de bienes y servicios y por las divisas que genera la actividad turística, como ha ocurrido a lo largo de nuestra historia reciente. En este mismo informe podemos ver que estas exportaciones se incrementaron en términos anuales un 1,9%, durante los dos primeros meses del segundo trimestre –en el mismo periodo anterior se produjo una caída del 0,3%– y se centraron principalmente en el sector de alimentos y de bienes intermedios no energéticos.
El constante crecimiento de nuestras ventas al exterior se debió principalmente a la mejora de competitividad con respecto a países tanto de la comunidad europea como de extracomunitarios por la rebaja de los costes salariales y a la caída del euro. Vemos por tanto la importancia que tiene el proceso de devaluación tanto interno, rebajas salariales, como de nuestra moneda en la recuperación de la economía.
Si además tenemos en cuenta que este incremento de exportaciones fue en su totalidad, un 10,6%, para las efectuadas con el «resto del mundo» (países no correspondientes a la zona euro), el tipo de cambio de la moneda única con respecto al dólar estadounidense, divisa principal para realizar las transacciones internacionales, cobra una muy especial relevancia.Las carencias de la zona euro son múltiples. Entre ellas se encuentra la de una política de tipo de cambio definida. Como alguna vez ha lamentado el jefe del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, no existe organismo que se encargue de determinar y vigilar lo que queremos hacer con nuestra divisa. De hecho, el euro se ha movido, prácticamente desde su creación, al son que le han ido marcando otras divisas, o lo que es lo mismo las políticas de tipo de cambio establecidos por gobiernos o bancos centrales de otros países, según corresponda en cada caso. La revalorización del euro con respecto al dólar por encima de 1,60, que provocó una merma notable en nuestra competitividad, fue la consecuencia de compras masivas por parte del Banco Central de China que diversificaba sus reservas –en su mayor parte formada por dólares norteamericanos–, para regocijo de las autoridades de Estados Unidos. La política de este país con respecto a su moneda ha sido claramente devaluatoria desde hace décadas. Desde el acuerdo del hotel Plaza en 1985, tanto el valor del dólar como sus tipos de interés no han hecho más que caer. A pesar de que los secretarios de economía y los gobernadores de la Reserva Federal no han dejado de entonar el mantra de que «un dólar fuerte está dentro del interés de Estados Unidos», sus acciones no eran coherentes con lo que predicaban. Lo último que han llevado a cabo en este sentido ha sido la puesta en marcha de una tercera ronda de QE (Quantitative Easing), que ha depreciado al dólar contra el euro desde 1,22 hasta 1,30. El resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos poco va a contribuir a cambiar esta política que se viene implementado desde hace décadas y que de manera evidente va en contra de los intereses de la mayor parte de países de la UE, especialmente, el nuestro.
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