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Una de cal y otra de Arenas por Ely del Valle
Hay cosas difíciles de entender, como que quien ha ganado unas elecciones vaya a liderar la oposición y que quien ha perdido sea quien forme Gobierno. Es lo que tiene la democracia: donde cantan las urnas de poco sirven los coros de las encuestas, y mucho menos si la decisión popular opta por poner en uno de los platillos de la balanza un grifo cerrado y en el otro el mantra de que la única opción de cambio suponía el fin del Estado del Bienestar, entendiendo que éste empieza por uno mismo.
Los andaluces han votado en contra de la lógica que hace nada conducía a chirona a quien, supuestamente, se ha gastado una fortuna pública en sus propias «aspiraciones» y a favor del «más vale malo conocido que bueno por conocer». Sus razones tendrán y tiempo habrá para analizarlas. Ahora lo importante es que, tras la euforia de unos y el tembleque de rodillas de otros, llega el momento de la verdad: Arenas deberá pensarse muy bien si su futuro pasa por un desembarco incierto en Madrid o un retiro impensado en el cementerio de elefantes del Senado; Rubalcaba, con su recién estrenada corona de laureles, comprobará que ésta conlleva la servidumbre de tener que escuchar a quien la sostiene –en este caso, Griñán–, susurrarle al oído que, a pesar de todo, sigue siendo tan mortal como cuando los sondeos le apuntaban con aviesas intenciones, y los andaluces tendrán que bregar con la penitencia de ponerse en manos de su elegante paisano de IU, que es un señor al que se le ha escuchado referirse a la consejera de Cultura como «la de las tetas gordas». Lo dicho: sus razones tendrán. El problema es que, como dijo Goya, a menudo el sueño de la razón engendra monstruos.
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