Carmen Gurruchaga
La sharia se impone
La verdad es la primera gran derrotada en una guerra, y también en la de Libia. Ayer, un militar rebelde anunció que el hijo deportista de Gadafi se pasaba al enemigo. Podría ser verdad, pero también una acción de propaganda de los rebeldes que, según afirman, llevan la libertad al país norteafricano. Una petición de principio dudosa, pues quizás con su triunfo el país y sus habitantes sean menos libres que antes del derrocamiento del dictador.
Y las dudas aumentan al escuchar las declaraciones del Consejo Nacional de Transición (CNT), que gobernará durante el periodo que sigue: «Libia es un Estado democrático, el islam su religión; la sharia, la principal fuente de legislación [...]». Y ya se sabe qué libertad existe en los países regidos por la sharia; sobre todo para las mujeres, que son tratadas como animales de carga, sin ningún derecho y con la posibilidad de ser lapidadas. Además, si la ley la marca el islam, no hablamos de un estado democrático, sino teocrático, lo que se da de bruces con la promesa de garantizar la igualdad de todos los libios ante la ley, sin discriminación en función del sexo, raza o religión. De hecho, ayer los rebeldes perseguían a toda persona de color que se cruzaban por la calle porque los suponían, sin prueba alguna, mercenarios contratados por Gadafi. El CNT formará el Gobierno provisional y en teoría se ha establecido una actuación por plazos para celebrar unas elecciones democráticas en 18 meses bajo la observación de Naciones Unidas. Ojalá se cumpla el calendario fijado y no resulte, a la postre, otra mentira más.
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