Nigeria

Una de capitanes intrépidos

La Razón
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El cinco de abril de 2007, sobre el mediodía, el crucero «Sea Diamond», con 1.595 almas abordo, entraba en la rada de la isla griega de Santorini. A muy poca máquina, el crucero, de 22.465 toneladas de desplazamiento y 140 metros de eslora, se aproximó a los impresionantes acantilados que, como una caldera, conforman la bahía: el regalo del capitán a unos pasajeros que nunca podrían olvidar una vista tan majestuosa. Pero surgida de un volcán, Santorini se caracteriza por un régimen errático de corrientes. El «Sea Diamond» se desvía del rumbo a menos de 150 metros de la pared y «toca» en uno de los escollos que, certeramente, se marcan en la carta naútica. Entonces, el capitán, Ionis Marinus, toma las siguientes decisones: comprobar daños, tranquilizar al pasaje y llamar al armador, que es quien le paga el sueldo. Una hora después, cuando el buque empieza a coger eslora, da la alarma general y comunica lo sucedido a la Autoridad Portuaria. Pese a que el mar está en calma, como un espejo, y es de día, la maniobra de evacuación se prolongará durante más de tres horas, en lugar de los 30 minutos que marca el protocolo. Hay dos muertos –un padre y su hija adolescente, que quedaron atrapados en el barco– y media docena de heridos. El crucero no se hundirá hasta el día siguiente, en el transcurso del remolque.


Cómo ser armador y no saber lo que hacen tus capitanes

El 14 de agosto de 2011, sobre las diez de la noche, el crucero «Costa Concordia», al mando del capitán Massimo Callisto, varía el rumbo para cruzar a menos de 300 metros de la isla de Giglio. Es la noche de San Lorenzo y a la lluvía de estrellas se une el espectáculo del inmenso buque iluminado, tan cerca que casi se puede tocar con la mano. Es tal el entusiasmo de turistas y vecinos, que el alcalde de la isla, Sergio Ortelli, remite un telegrama de agradecimiento al capitán y a la compañía. Si superponemos la derrota seguida por el capitán Callisto esa noche de agosto con la surcada por el «malvado» capitán Schettino, veremos que es prácticamente la misma. Pueden comprobarlo en la página web del «Yoyd List», que las ha obtenido del AIS (Identificación Automática de Buques) del propio barco... Pero Schettino, con peor suerte, se come el arrécife.

Y a partir de la colisión, la sucesión de hechos en el «Concordia» se diría calcada de la del «Sea Diamond». Primero, tras el golpe y el apagón, se lleva a cabo la evaluación de daños. Se revisan los ascensores por si hay pasajeros atrapados. Entra en marcha el generador auxiliar y vuelve la luz. Dos oficiales bajan a la sala de máquinas para comprobar la magnitud del desastre. Se tranquiliza al pasaje.

Segundo, el capitán llama al armador. Mantiene hasta tres comunicaciones con el responsable de Seguridad de la compañía, Roberto Ferrarini. Son casi tres cuartos de hora. Le explica que «la ha liado» y pide un remolcador. No avisa a la Autoridad Portuaria –que empieza a mosquearse tras recibir llamadas de algunos familiares del pasaje–, costumbre muy arraigada en un mundo, el del transporte maritimo, donde las sanciones y las multas son de órdago.

El barco comienza a escorar. Las noticias que vienen de la sala de máquinas son las peores. Schettino ordena una maniobra impecable, sólo posible con un buque con la capacidad de maniobra del «Concordia» (dispone de seis hélices): virar hacia tierra para «acostar» sobre un bajo fondo que impida el hundimiento total del barco. Da, ya sí, la alarma de evacuación. De noche, con marejada y escorando, la tripulación se desempeña con profesionalidad.

En el buque, más 4.000 personas que conforman una Babel van reuniéndose en la cubierta de botes. El capitán permanece abordo hasta las 23:55 de la noche. A las 01:42, desde su despacho, el comandante del puerto de Livorno le echa un chorreo que, hecho público, convertirá al capitán en el paradigma de la cobardía. Puede ser. Hay testigos de que se cayó a una lancha salvavavidas cuando intentaba, hacha en mano, cortar los pescantes de sujección atascados. No llevaba chaleco, se lo había dejado a un pasajero. Y el mundo, aquella noche, se le había venido encima.



Nigeria : la insurrección islamista gana posiciones
El ataque islamista contra la ciudad de Kano, la segunda por número de habitantes de Nigeria y considerada la capital del norte musulmán, ha dejado un balance terrible: más de 150 muertos y centenares de heridos. Los terroristas han mantenido en jaque a las fuerzas del Ejército y de la Policía durante más de 24 horas, en una operación coordinada contra comisarías, cuarteles, edificios de la Administración e, incluso, la sede de los servicios secretos. Los hechos parecen dar la razón a los medios diplomáticos franceses que, desde hace meses, advierten de que la insurrección islamista se ha hecho fuerte en el norte de Nigeria, hasta el punto de que se puede hablar de «territorios liberados» junto a la frontera del Chad. En la imagen, recogida de cadáveres, ayer en Kano, por la Cruz Roja.



Otra pena de muerte
«Reporteros sin Fronteras» informa, para ver si se puede hacer algo, de que el Tribunal Supremo iraní ha confirmado la condena a la pena capital de Saeed Malekpour, diseñador de páginas web, bajo la acusación de «actos subversivos contra el Gobierno e insultos al islam». Malekpour, de 35 años, vivía en Canadá, pero en 2008 decidió viajar a su país para visitar a su familia. El tribunal había recibido fuertes presiones de la Guardia Revolucionaria para que ratificara la sentencia. Otro más.