Nueva York
Cibeles: sobredosis de color
Adolfo Domínguez y Andrés Sardá despertaron al público del letargo de tonos neutros de días anteriores
Todo gris. Y negro. Marengo, cobrizo, petróleo, sombrío. Inventen otros tonos en esta línea y se los encontrarán en las perchas de los creadores que han pasado hasta ahora por la Cibeles Fashion Week. Incluida la camisa de Zara para Montesinos. Como mucho, una chispa de rojo aquí, destellos en fucsia allá, algo de crudo y beige. Y vuelta a la oscuridad más profunda. Así, un desfile tras otro hasta que Adolfo Domínguez explotó. No es que esté enfadado el hombre o tenga problemas en casa. Faltaría más. De la mano de su hija Tiziana, responsable del ritmo creativo de la firma, han decidido que el otoño-invierno de 2011 deben tener vida, con un toque ácido incluso. Fuera el luto. Y hacen bien.
Lo consiguen sin perder de vista que cosen para el frío. No se crean que colocan estampados de verano o florecillas primaverales. Tanto en tejidos como en cortes están preparados para el viento polar, pero alejados de lo mortecino de esas mañanas de las de tirar el despertador contra la pared para que rebote, se rompa y seguir durmiendo. Para afrontar esa desidia plomiza, pintan a la mujer en flúor y pantones con personalidad pero sin llegar a las sobredosis que se entrelazan, aparecen y desaparecen como el Guadiana en prendas de lana cocida, organza y seda. Una vitalidad que apasionó hasta a Amanda Hearst, heredera del imperio del periodismo, adicta a los grandes de la Semana de la Moda de Nueva York y otrora «rollito» de portada de Luis Medina. La moza no paraba de fotografiar los «looks» de los gallegos y los bolsos de ante con luz propia. «También tenemos estos de imitación de cocodrilo que reproducen su color natural. Dan el pego, porque nosotros eso de matar animales no nos va», confiesa Tiziana. Y sí, dan el pego. En el hombre los Domínguez se entregan a los detalles de los acabados en americanas y a la comodidad en pantalones chandaleros. Caballeros, no esperen a las rebajas para hacerse con las chaquetas cortadas «al taglio» y las arrugadas en lana metálica, que se las van a quitar antes.
A la vida alegre y al color también se rinde Andrés Sardá. Claro que con los gastos pagados en un viaje al puritito México de María Felix. Mantones, polleras, mucho croché y túnicas transparentes como atrezo para dar un toque chic que a veces no logra alcanzar los desfiles de Victoria's Secret. Y todo para decir adiós al algodón sin gracia en el interior de la mujer. Bienvenidos sean los encajes a mansalva –«hemos recuperado secuencias de hace un siglo», dice Nuria Sardá–, el animal print, el «flower print» –¿existe el término?– y los violetas y maquillajes como base para sujetadores, bragas y fajas. Con lo feas que suenan estas palabras soltadas todas juntas y lo bien que sientan en los cuerpos de Sardá. Por cierto, el tanga continúa en el infierno. Sardá, en los altares.
Aguilar, un toque propio
Y Sita Murt, en su punto. Sea gordo o fino. Trata las prendas como una madre, jugando con las formas y tejidos –lanas y sedas sobre todo– con un toque denim pero sin llegar a desestructurarlas. Los tonos apagados en azul verdoso y tempranillo. También se tamiza Aguilar con su estilo romanticón. Como el billete transoceánico de Sardá cuesta un ojo de la cara, ella se queda en el Hotel Formentor, por donde se dejaba caer Berlanga. Ella no es berlanguiana, pero tiene su toque propio y vende novias a porrón. Su delicadeza se traduce en alpacas y linos cardados, en unos zapatos de salón muy dignos que le fabrican en París y unos tocados únicos inspirados en tortugas, fósiles… Incluso en el rape. «A veces no es fácil que en una colección estés contenta tanto con el volumen como con el detalle de las prendas, pero creo que lo he logrado», dice con el alfiletero en la mano. Y lo consigue en un abrigo con destellos en tweed, lino y seda. Es que Alma está de buen año. No entiendan mal. Embarazada de cinco meses. Va a ser niña.
Flecos y florecillas
También tiene pinta de que, al menos en lo económico, sea el año de Miguel Palacio, que por fin dice abrirá su tienda que tanto tiempo lleva parada por falta de parné. El mecenas será Hoss Intropia, para quien estrena colaboración que le abarata para encontrar piezas de entre 200 y 500 euros. Y aunque ayer el ensayo de los flecos no acabó de cuajar –pero al menos había que intentarlo-, la calidad del zorro polar y las minifaldas amoratadas con florecillas y tachuelas lo perdonan todo. A TCN tampoco hay que pedirle que se redima ante nada ni ante nadie. «Son los eternos renovados. He querido trabajar las cinco o diez prendas que forman parte de la historia cotidiana de la moda: la sudadera gris de la hija, la camisa de leñador del padre, la chaqueta del abuelo, los abrigos de la abuela. Pero renovado». Totom Comella lo cuenta con tanta franqueza que no se puede explicar mejor.
La fila «vip» se revaloriza
La tierra es de quien se la trabaja. Y la primera fila de Cibeles, también. Que se lo digan a María Fitz-James, que en un alarde de magia –y mucho curro– se adjudicó ayer para TCN el mejor «front row» de esta edición de la pasarela. Bien por ella. Repercute en la Fashion Week y borra de un plumazo cualquier tufo de caspa al fichar a las nuevas generaciones de «¡Hola!», de una tacada. A saber: Alejandra de Rojas, María Palacios, Alonso Aznar, Alfonso de Borbón, Alejandra Conde, María Chávarri y Samantha Vallejo-Nájera. Y en el último minuto, el cum laude: Ana Boyer Preysler. Llevar así el trench y aguantar los flashes es genético: la elegancia la pone madre y la mirada profunda, el padre. Así se comprende que LA RAZÓN la incluyera entre los 50 jóvenes más influyentes de España. «No, hombre, no», le restaba importancia mientras se sonroja. Con la misma discreción huían de los focos la futura señora de Felipe González, Mar García Vaquero y el anillo de ámbar que le hizo el ex presidente. Que para ejercer de portavoz ya está su hermana Begoña Trapote, a la que se echaba de menos en Cibeles. «Estaba de viaje y he adelantado la vuelta por Miguel Palacio», se disculpó. Balance de asistentes hasta el día de hoy: Olfo Bosé gana por goleada al resto. Es probable que le hayan dado una pulsera de esas de «todo incluido».
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